COLUMNA BÚSQUEDA. «YA NO QUEREMOS HABLAR DE SANGRE»: APATZINGUENSES. Por Andrés Resillas

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Veo con sorpresa las manifestaciones de los habitantes de Apatzingán, incluso de los propios periodistas locales.

Están cansados de que se les identifique ya como una tierra ensangrentada y que se maneje la imagen de una ciudad sitiada y con enfrentamientos armados cada día, cuando en la realidad todos los sectores tratan de retomar la tranquilidad y la armonía.

Son ya más de 10 años de horror y de tristeza los que han impactado a todos los ciudadanos de la Tierra Caliente michoacana. Están cansados, hartos, decepcionados y frustrados por la realidad que les tocó vivir.

Y es que la absoluta mayoría de ciudadanos no merece vivir en un ambiente hostil y de permanente estrés.

Pero ahora la situación ha cambiado. Hay un poco más de tranquilidad y lo que quieren es que ya no se les estigmatice como una región de asesinos y narcotraficantes.

Urge que toda la tierra pródiga de esa zona del estado produzca riqueza para todos aquellos que la habitan y que se vea una luz de esperanza y de progreso para la población y hablamos de todos los estratos sociales.

Apatzingán y la Tierra Caliente tiene que volver a hacer aquel vergel que en los años de 1930 el general Lázaro Cárdenas del Río les entregó miles y miles de hectáreas cultivables a los campesinos, ejidatarios y comuneros.

Es justo y necesario que se normalicen no sólo las actividades productivas, sino también las académicas y de servicios. Que los niños y jóvenes puedan tener clases con toda normalidad y que alcancen mejores estándares de vida.

Tenemos que ayudar a los paisanos de Apatzingán. Es necesario normalizar todas las relaciones comerciales, productivas, académicas, sociales, culturales y económicas.

Para ello necesitamos que los gobiernos, en sus tres niveles, dejen la demagogia y se pongan a trabajar junto con los ciudadanos de la Tierra Caliente. No importa que no haya recursos económicos, pero que se les atienda en la medida de las posibilidades.

Se pueden emprender muchos proyectos productivos en las comunidades; organizando a los ciudadanos, el potencial es mucho y se pueden aplicar medidas colectivas en el trabajo, en el campo, en los servicios, en las escuelas. En fin, hay mucho por hacer.

Vamos a ayudarle a Apatzingán. Urge.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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