Por Jesús Sierra Arias
En días pasados comenté, en entrevista en un medio de comunicación de la entidad, que los problemas que enfrenta el sistema educativo deben verse como un asunto de Estado.
Dije y reitero, que la Secretaría de Educación no tiene las herramientas suficientes para resolver asuntos gestados durante años en los que se han visto involucrados una buena cantidad de actores de todo tipo y que una de las grandes debilidades del sector, que ha sido aprovechada para perpetrar incidencias anómalas, es el constante relevo de los titulares de la Secretaría, que impiden la consolidación de las acciones, de todo tipo, que en el sector se emprenden.
Es común señalar al titular del área como el único responsable de lo que sucede en esa enorme instancia gubernamental, que es a la vez, la que mayor incidencia tiene sobre dos terceras partes del total de la población en la entidad.
Casi un millón 250 mil alumnos multiplicados por papá y mamá nos dan tres millones 750 mil personas del lado de quienes son beneficiarios del servicio público de educación. Más de 70 mil trabajadores de la educación sólo en el sector central. Esto sin contar universidades y subsistemas. Casi 25 mil millones de pesos sumando tanto el gasto del sector central como de los sectorizados llevan a casi el 50 por ciento del total del presupuesto.
Con estas cifras es entendible que el sector educativo en su conjunto revela o refleja un extraordinario nivel de influencia en las decisiones colectivas y públicas al respecto. Una gran parte de la gobernabilidad de la entidad pasa por este sector. Esto lo puede corroborar quienes son comerciantes, hoteleros, transportistas y la ciudadanía en general.
Con la experiencia de haber tenido la fortuna de encabezar los esfuerzos en esta dependencia durante un año y medio, puedo atreverme a decir que la gran mayoría de trabajadores de la educación tienen aprecio por su trabajo.
No es lisonja.
Existen datos estadísticos que respaldan lo que afirmo. Los paros de labores que hubo en el periodo que comenté, nunca rebasaron el 22 o 23 por ciento del total de escuelas existentes en la entidad, incluso estas cifras fueron picos esporádicos ya que el promedio fue de 10 por ciento y, otro elemento que complementa el comentario es que el ciclo escolar 2013 – 2014 tuvo el mayor cumplimiento de días del calendario escolar.
Ello refleja que un extraordinario porcentaje de personas dedicadas al servicio devengan su salario satisfactoriamente.
Cierto que por unos pagan todos. Las noticias y notas malas del sector y la entidad tienen su origen en la rebeldía de los menos. Los medios de comunicación eventualmente reflejan o dan cuenta del trabajo de miles de trabajadores que desempeñan su labor, a veces en situaciones precarias, en rincones apartados de los grandes centros urbanos.
Considero que es injusto que los medios de comunicación no hagan mención de los esfuerzos que hacen los trabajadores de la educación. Cuando esto no sucede y se destaca sólo lo malo, se quiebra la moral del maestro. Se disminuye su autoestima y se rompe el aprecio social por el mentor. Nada más indebido que esto y las consecuencias están a la vista.
Por otra parte, las malas condiciones de infraestructura los planteles educativos, avejentados en su mayoría por el uso y, principalmente, por el tiempo, eran y siguen siendo solventadas por los propios maestros y los padres de familia. Hay dos razones en ello: convicción y entrega en la profesión por parte de los maestros, así como anhelo y mucha esperanza en los padres de familia.
Gracias a esto, es sistema ha subsistido tanto tiempo. El Gobierno no tenía en ese momento la capacidad para resolver el problema de infraestructura. 13 mil millones de pesos para reparar escuelas en todo Michoacán, según las cifras que planeación tenía en ese momento.
Los padres de familia siendo tantos y teniendo de su lado la obligación de velar por el cumplimiento del derecho de sus hijos a recibir educación adecuada no están debidamente organizados. En su momento se impulsaron las asociaciones de padres de familia, particularmente en Morelia; sin embargo, el esfuerzo no concluyó. Es verdad que en todas las escuelas hay una organización de padres de familia; pero lo adecuado es que se visibilicen y entren en acción como una contraparte independiente y colaborativa con los maestros y la propia autoridad educativa. Su funcionamiento es mejor a partir de que conserven independencia y no como anexos o extensiones de los maestros.
Las escuelas de tiempo completo son un ejemplo de este funcionamiento, en donde los padres de familia participan de manera mucho más activa y ejercen la presión necesaria para que los maestros y el programa trabajen adecuadamente. Más de 700 escuelas se pudieron incorporar a este programa, en el que el beneficio económico es deliberado y administrado democráticamente.
Este programa de escuelas de tiempo completo aunado al de escuela digna, tele bachilleratos comunitarios que se instalaron por primera ocasión, aunados a los existentes propició que la federación incrementara los recursos de 135 a casi 800 millones de pesos en tan sólo dos ciclos escolares.
Los trabajadores de la educación son proclives al diálogo. Me refiero a todos. Esto no significa que se pueda resolver la demanda de todos o que con todos se deba tener interlocución. Considero que este es el punto relevante o de mayor conflictiva. Existían o existen, no lo sé ahora, demasiados interlocutores.
También existía, y no tengo claro si persista, mucha desinformación. Para ilustrar esto destaco que la página oficial de la Secretaría tenía una escasa consulta. En promedio menos de la mitad de los trabajadores la consultaban cada mes, por tanto, no se enteraban de los aspectos relevantes del sector.
Cuando se inició la implementación de la reforma educativa era poco el universo de trabajadores que realmente sabía en qué consistía. El SNTE hizo un gran esfuerzo por difundirla; sin embargo, no era suficiente, ni tampoco lo que hacía la propia Secretaría. Naturalmente los rumores o información tergiversada ocasionaban acciones indebidas. Pese a esto, hubo disposición de la disidencia a establecer mesas de trabajo para informarse y obvio, sabiendo que no era un tema de orden local, trataron de establecer negociaciones nacionales.
Algo que costó mucho que se entendiera y, afortunadamente, en ese momento hubo comprensión fue el reiterado comentario a todas las expresiones magisteriales que los trabajadores, como tales, no pueden ser directivos ni mucho menos representar los intereses sindicales desde la estructura orgánica de la Secretaría. A mi juicio esa fue la práctica que pervirtió todo. Revertirla o tratar de revertirla no fue simple ni una tarea concluida, aunque está acreditado que se dieron los pasos necesarios. Cada administración gubernativa tiene su visión al respecto y es respetable. En la que me tocó participar no la compartimos ni la prohijamos.
Finalmente, aunque en este tema decir finalmente es casi imposible, es de señalar que un aspecto de muchísima importancia en el sector educativo es la rendición de cuentas. No bastan los informes de la cuenta pública y las auditorias, que son indispensables, pero insuficientes. Al respecto, Mexicanos Primero y Fucidim fueron organizaciones interesadas y atendidas en cuanto a información de programas y ejercicio de gasto se refiere; pero no son ni deben ser las únicas instancias de la sociedad civil con las que debe haber interacción. Debe irse más allá a efecto de lograr la transparencia de un sector tan sentido socialmente.
Las acciones gubernamentales en el tema educativo son reflejo de una atribución constitucional; sin embargo, la educación no es exclusiva del gobierno sino de la sociedad en su conjunto. Es un patrimonio social.