OPINIÓN. LOS MALES DEL NEOLIBERALISMO EN LA UNIVERSIDAD MICHOACANA. Por Juan Pérez Medina (RedMOVPAP)

 

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Los gobiernos neoliberales como el que padecemos tienen una doble moral. Por un lado dicen defender el derecho a la educación y por otro lo niegan al reducir el ingreso de los jóvenes que lo solicitan, en busca de la certificación de las instituciones que, como se sabe, es el medio para recibir recursos de parte de la federación. La UMSH ha venido silenciosamente adoptando este modelo de certificación, disminuyendo cada año el ingreso a sus facultades e institutos. De 2015 a 2016 se redujo en más de 1400 lugares el acceso convocando menos matrículas en cada una de las áreas que integran las carreras que oferta. Este dato se obtiene de revisar los lugares que se ofertan en las convocatorias que se presentan cada año en cada una de las facultades.

Mientras menos estudiantes más recursos llegan a la UMSH por medio de la certificación que, según el sistema nacional de educación superior, le otorga parámetros de calidad, que significan dejar fuera a una cantidad cada vez mayor de jóvenes demandantes. La fórmula por la cual se logra la certificación es perversa. Por un lado, no aceptarla para abrirse a un mayor ingreso, recorta su presupuesto y empobrece a la universidad que queda en penurias. La UMSH ya ha vivido este drama en otros momentos y, por otro, al aceptar ingresar a su proceso de certificación, hace que la matrícula disminuya al mismo tiempo que lo hacen los recursos, que si bien no lo hacen en la misma medida que cuando hay una negativa a certificarse, por igual hay una disminución directamente proporcional a la reducción del número de alumnos.

El conflicto actual de la UMSH es el resultado de esta política de exclusión universitaria que se viene dando a lo largo y ancho del país para disminuir el gasto en educación superior y, al mismo tiempo, nutrir la oferta de las instituciones privadas, generalmente “patito”, pero que son un excelente negocio, no sólo nacional, sino internacional con la entrada de franquicias extranjeras que se han venido colocando en las principales ciudades del país y que ofertan carreras presenciales y por internet.

Pero como no todos los que se ven afectados por el examen del Ceneval tienen para pagar una escuela privada, al final del día se acaba arrojando al desempleo, la informalidad, la migración y la delincuencia a miles de jóvenes para los cuales no existen alternativas certeras. Si se trata de expulsar a los jóvenes sólo hay que aplicar una política como la actual y acabar acusándolos de delincuentes, echándoles encima una prensa de interés privado con unos periodistas que a diario desinforman con la versión del que les paga y los “chayotea”, para preparar el terreno de la intervención policial y mandarlos mucho a … la cárcel.

Los alumnos que actualmente mantienen la toma de las instalaciones de la UMSH por espacios para el ingreso de aquellos que no encontraron uno por vía de las reglas de ingreso actuales y que desean ser médicos, dentistas, enfermeros, ingenieros civiles o mecánicos o eléctricos, pero para los cuales la autoridad universitaria les designa otras opciones, son víctimas de un proceso que favorece solamente a la inclusión y la educación privada. La paradoja es más que cruel, pues la realidad nos dice que mientras más jóvenes tocan las puertas de las universidades éstas las cierran a cambio de recursos económicos. Las nuevas generaciones de estudiantes son cada año mayores demandantes mientras que la oferta disminuye. Los filtros se angostan y dejan fuera a aquellos que el sistema envía a su reserva obrera, a la informalidad o a la delincuencia. Triste realidad la nuestra.

Hace 20 años, la cobertura a alcanzar era la de educación secundaria y la expansión de la educación media superior. En todo el país se abrieron bachilleratos en lugares que otrora era

poco creíble que los pudiera haber. Localidades de más de 4 mil habitantes llegaron a tener sus escuelas y en otras más pequeñas se pusieron a funcionar bachilleratos en red. Cientos de miles de jóvenes egresados de la secundaria se incorporaron a la preparatoria y una vez que concluyeron fueron arribando a la educación superior. Los datos estadísticos nos informan de la creciente matricula de bachillerato en los últimos 20 años y el empuje de los jóvenes por arribar a la educación superior. Lo que podría reconocerse como una buena noticia parece no serlo tanto. Se ha logrado subir el promedio educativo nacional, pero se desdeña el alimentar las aspiraciones de los jóvenes.

Y, como colofón, lo peor de toda esta lacerante realidad, es que ahora, en pleno siglo XXI, los personeros del gobierno y del rector, dígase de los medios, se han encargado de alimentar el odio entre jóvenes a tal grado de que han llevado hasta las confrontaciones, como ha ocurrido en los últimos días en la facultad de Medicina. Sí nos asomamos a las redes en donde el asunto de comenta entre estos jóvenes vemos actitudes verdaderamente xenofóbicas. Estamos encubando el odio, la discriminación, la negación del derecho social a cambio del egoísmo, la razia y la denostación. Lamentable que entre los jóvenes hoy se estén levantando los muros del odio que tanto daño hacen a la humanidad y que son el sedimento de la violencia. ¡Qué pobre universitarios! ¡Qué pobre Universidad!

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