“A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro”.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) escritor británico.
Esta semana nuevamente el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, busca dar muestras del autoritarismo que le caracteriza, al pretender que sea aprobada la reforma para manejar y distribuir de manera oportunista y ventajosa el recurso público del país, luego de que el proyecto de presupuesto federal ya no tendría que ser validado, modificado y menos aún votado por los diputados federales. Y su argumento es de que, ante la pandemia que enfrentamos, se requiere el uso del recurso público para hacer frente a las consecuencias económicas.
Bastó un año y meses para que el primer mandatario diera muestras de su soberbia, egoísmo y autoritarismo frente a los mexicanos; su imagen como candidato presidencial se transformó al llegar a Palacio Nacional y mostró su verdadera careta.
Es por eso que, al paso del tiempo, quienes lo apoyaron en campaña hoy comienzan a rebelarse, como el diputado federal de Morena, Porfirio Muñoz Ledo, quién incluso está convocando a la unidad de los mexicanos para denunciar la propuesta de Andrés Manuel López, de bajarles el 25 por ciento del salario y renunciar a su aguinaldo a los trabajadores del gobierno federal, acción que calificó de ilegal.
Estas acciones ponen en evidencia dos cosas: la primera, que el primer mandatario está buscando acumular una gran bolsa económica que evidentemente no será para hacer frente a la crisis que está por iniciar el país, o bien que su desdén por la pandemia del coronavirus y la no implementación de medidas sanitarias, así como planes emergentes a tiempo lo están llevando de manera desesperada a buscar recursos para intentar salvar lo inevitable: la desestabilidad financiera.
Hoy el “traje del nuevo emperador” (cómo se hace llamar el cuento clásico) y agregaría del nuevo emperador Andrés Manuel López Obrador, está dejando al descubierto sus intenciones por llevar al país a un cambio de régimen autoritario, y por ello aquella frase, desafortunada y torpe, que dijo en una de sus conferencias mañaneras: la pandemia del coronavirus le “cayó como anillo al dedo”.