La violencia, más bien “las violencias” nos impactan de modo e intensidad distinta según la posición que ocupemos en la escala social. Reaccionamos según afinidades y fobias, apreciamos sus causas y consecuencias de acuerdo a nuestras creencias político religiosas y desde esos “lentes” coincidimos o no en lo que se puede y debe hacer para solucionar la (s) violencia (s).
Anoto esta propuesta porque en apariencia, todos nos enteramos de los cuatro balazos que en la cabeza recibió una joven mujer recicladora (San José, privada San Carlos, 15-09-2021) y supimos del problema vial que resultó de un evento violento ocurrido el jueves 16 en la tarde-noche allá por Juárez poniente y Lázaro Cárdenas. María Guadalupe M.B., profesora, está herida y su esposo falleció (16-09-2021), pero tenemos distintas valoraciones de estos eventos.
En el primer caso pierde la vida una mujer pepenadora, sin mayores consecuencias para la población; en el segundo, las operaciones policiales y de Semefo, obstruyeron el tráfico vehicular motivando gran molestia en conductores públicos y privados y de pasajeros del servicio público de transporte. El homicidio doloso contra la señora recolectora de papel y plástico será una cifra más, sin duda, mientras que las lesiones -graves- que sufre la maestra María Guadalupe difícilmente serán olvidadas.
No depende de la ocurrencia, sino del escándalo
¿Cuándo y cómo la violencia se convierte en un problema para el gobierno? La magnitud e intensidad de los homicidios es importante, pero más relevante es la difusión de los hechos y que lleguen a niveles de escándalo público. Pueden ser 23 homicidios dolosos y 11 tentativas de homicidios los que registre Zamora-Jacona, pero dos víctimas diarias no tendrán mayores efectos para la autoridad si esos sucesos pasan casi desapercibidos.
Preciso: no es que los medios omitan su registro, pero no es lo mismo narrar -como los goles que recibió el Cruz Azul- que un linchamiento mediático como el que orquestó el Prianrredé con Silvano a la batuta del Sistema de Radio y Televisión de Michoacán en septiembre de 2018.
Los titulares de la prensa también varían según el momento y la correlación de fuerzas. Si hoy fuese 2018, si en vez de azul fuese rojo o guinda el logo del partido que administra el erario municipal, los 23 homicidios (más de uno diario) se nombrarían como asesinatos. Quizá anotarían: “Corre la sangre en Zamora y Jacona”.
Hospitales, servicios (i) legales y Funerales
Si, como dicen “las malas lenguas”, los negocios hospitalarios requieren de una garantía de cincuenta mil pesos para atender un herido grave y un gran número de lesionados arriba a urgencias con lesiones en la cabeza, podemos imaginar los ingresos de estas empresas y el tamaño de la carga para la familia.
Si recuperar un cuerpo de manos de las funerarias y Semefo implica costos que varían se acuerdo a la temporada y urgencia de la familia, nos permite suponer -no saber con certeza- que se gasta en “acelerar”, “facilitar” los trámites que se encarecen, por ejemplo, en fin de semana y tiempos de Navidad.
Los homicidios no constituyen un problema para funerarias, hospitales ni para el mercado negro de servicios (i) legales, al contrario: menos homicidios reducen sus ingresos; cero o pocos homicidios sí son un serio problema para esos negocios.
Guardando las proporciones: la violencia, las guerras auspiciadas y/o patrocinadas por Estados Unidos son indispensables para soportar la jugosa industria militar. De esto no se desprende una aseveración del tipo: hospitales y funerarias promueven la violencia en Zamora-Jacona.
La violencia en el vecindario
Mientras que los muchachos roben a sus familias para comprar su dosis de cristal o agredan a su mamá y papá; en tanto que el marido intoxicado por el alcohol, la mariguana o cristal sólo lastime a su esposa, a sus hijos y -de preferencia- no nos enteremos, no hay problema. Las dificultades empiezan cuando tenemos que reponer más seguidos los focos que necesitan como “pipas” y cuando los gritos y manotazos asoman en nuestras ventanas.
Tomarse unas “caguamas” en la calle o en el jardín; inhalar tabaco o cannabis; dejar las pipas improvisadas de focos humeados y agujerados usados para el cristal, no es problema hasta que los robos aumentan y/o cambian de forma e intensidad llegando a la agresión verbal y física. En ese momento difícilmente hay marcha atrás.
En las familias y barrios la gente sabe o sospecha -con suficiente fundamento- quiénes son adictos y “tienen idea” de quiénes venden drogas de manera legal o ilegal. Se conoce de la venta de alcohol, cemento, mariguana, etc. Probablemente los grandes iniciadores al mundo de las drogas son los centros comerciales que extienden sus “ofertas” a través de los cientos de pequeños “changarros” internalizados en el corazón de las colonias populares.
Las familias de buena posición económica no experimentan esas angustias. Violencia y drogas tienen fuerte marcaje de clase social: víctimas y victimarios proceden de esos ambientes de violencia crónica. Un consumidor de altos ingresos no degusta su mariguana o metanfetamina en el parque o unidad deportiva de la colonia y mientras pueda pagar su consumo es un cliente que amerita protección, no aniquilación.
Mucho que decir y más por hacer. La violencia crece, se consolida y en cada elección política se abriga la esperanza de lograr la paz y la seguridad. Apenas cumplieron una quincena Carlos Alberto Soto Delgado y de Isidoro Mosqueda Estrada en la administración municipal, muy temprano para emitir juicios acerca de su contribución a la función más importante del Estado: preservar la vida y patrimonio de las personas.
Zamora, Michoacán, 17 de septiembre de 2021 jlseefoo@hotmail.com