OPINIÓN: LO INVIABLE DEL MODELO NEOLIBERAL. Por Profr. Juan Pérez Medina

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Una característica fundamental del capitalismo como modo de producción es su poder de acumulación de riqueza en unas cuantas manos; es decir, la degradación del trabajo como su fuente principal y, por tanto de quien lo realiza. Pero más allá de esta regla de oro existen otras características que se derivan de la primera y que forman parte de su poder de regeneración permanente, entre ellas la corrupción y la impunidad.

Sin estos “atributos” el capitalismo no lograría su avance en la velocidad que le conocemos. Se sabe por ejemplo, de los grandes actos de corrupción que llevaron a Richard Nixon a abandonar la presidencia de los estados Unidos; de los actos de corrupción de las empresas multinacionales que las llevaron a la quiebra como en los casos de Enron, Daewoo Motors, Lehman Brothers, Worldcom o la petrolera brasileña OGX, por citar algunos.

En los estados Unidos, la corrupción empresarial está a flor de piel en la vida cotidiana de ese país. Se sabe que las grandes empresas multinacionales presionan o son presionadas para beneficiar o beneficiarse de la acción política y militar del Pentágono. La manera más común es la compra y venta de influencias que se genera entre las corporaciones mencionadas y los partidos políticos y sus representantes en el congreso y los congresos locales.
Las grandes sumas de dinero que los candidatos alcanzan en donaciones generalmente tienen una serie de compromisos que benefician a los donantes. Miles de millones de dólares son recaudados por los dos grandes partidos en sus momentos electorales, ya sea para elegir el parlamento como para las gubernaturas y, no se diga, de las presidenciales.

Es un hecho que los políticos norteamericanos reciben dinero a cambio del pago de favores a las empresas donantes. También buscan mecanismos para evadir impuestos para beneficiarse. Hay muchos casos documentados de empresas que cayeron en desgracia por realizar esta práctica ilegal. En este sentido, en muchos países han buscado, mediante la corrupción parlamentaria, generación de leyes a modo, para evadir o hacer que se les regrese lo pagado, como ocurre en México con la devolución del IVA. En el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa fueron devueltos 63 mil millones de pesos a 20 grandes consorcios como devolución de impuestos, entre ellos Televisa y Cinépolis.

El último gran escándalo fue el caso de los Panamá Papers en donde cientos de empresas, hombres prominentes de la política, la farándula y el deporte se vieron expuestos como grandes evasores fiscales. De aquí destaca el empresario Juan Armando Hinojosa, director del consorcio de Higa, la empresa constructora que le regaló la “Casa Blanca” a Peña Nieto a cambio de jugosos contratos por más de 25 mil millones de pesos cuando fue éste gobernador del Estado de México, y que ocultó en paraísos fiscales más de 100 millones de dólares. También aparece el exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex) Emilio Lozoya, quien buscó concretar una empresa con el bufete de Moussak Fonseca en panamá; y el contratista de Pemex Ramiro García y varios implicados en el escándalo de corrupción de Oceanografía, compañía acusada de utilizar documentos falsos para obtener créditos bancarios por hasta 400 millones de dólares en Pemex.

No se diga de los permanentes actos de corrupción que a diario se realizan en el mundo y en nuestro país y que el mismo sistema permite como un mecanismo de realización y funcionamiento del propio mercado capitalista.
En México la corrupción y la impunidad están a la orden del día. El caso más relevante, no por lo que significa en términos económicos sino políticos es el ya mencionado de “La Casa Blanca”, en donde está involucrado Peña Nieto y, por lo cual, debería de haber sido destituido del cargo y llevado a tribunales. Pero en este país, hechos como éste son los que prueban la inmensidad de la impunidad a que estamos sujetos.

El New York Times reveló el 21 de abril de 2012 que la filial mexicana de Waltmart destinó hasta 24 millones de dólares en sobornos a funcionarios para facilitar la obtención de licencias y permisos de construcción con el objetivo de mantener su dominio en el mercado.

Según el diario, Walmart incluso obstaculizó una investigación interna al no notificar a las autoridades de Estados Unidos o México. De igual manera lo hizo la empresa de cosméticos Avón y otras muchas más; sólo habría que recordar el “Pemexgate” en donde se comprobó el uso de recursos de la paraestatal para favorecer la campaña de Labastida Ochoa, el caso de Oceanografia y las subsidiarias de la firma ABB y de Lindsey Manufacturing de Suiza, quienes realizaron sobornos a funcionarios de Pemex a cambio de obtener contratos millonarios, causa por la cual fue apresado el ex director de Operaciones de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Néstor Moreno Díaz.

De la corrupción gubernamental no hay ninguna duda y existen pruebas fehacientes de su permanente uso como la forma en que el poder político y económico es favorecido. Un ícono de ella es el hermano de Carlos salinas de Gortari, el presidente más nefasto de la historia contemporánea de México.

Este fenómeno forma parte central del proceso de acumulación del capital que a diario sangra a la mayoría de los trabajadores del mundo y al habitad planetario. Si bien es cierto que el bipartidismo estadounidense se beneficia de la corrupción, también ocurre en el resto de las naciones, con sus contadísimas excepciones, como el caso de Cuba.

Nuestro país forma parte de este fenómeno que le ha garantizado a los poderosos conservar el poder y ampliar las leyes que les permiten aumentar las ganancias a costa del trabajo. En su momento con Vicente Fox, se conformó el grupo de “Los amigos de Fox” como mecanismo para hacer llegar recursos económicos para financiar parte de su campaña.

Igual pasó después con Calderón quien contó con el apoyo de empresarios y gobernadores panistas y priistas en una operación electoral comandada por Elba Esther Gordillo, ex lideresa del SNTE y, no se diga de Peña Nieto y sus relaciones económicas con empresas como Higa, Soriana y Monex, quienes fueron las operadoras del fraude electoral mediante la compra de votos a cambio de vales de despensa y tarjetas de canje en tiendas departamentales y no fueron las únicas.

Esta fatalidad del capital se acompaña de una constante: la mentira. No importa mentir sí en ello va la posibilidad de lograr los objetivos principales que de ninguna manera son los del país. Por ello, el PRI mintió. Mintió el PAN y también lo hizo el PRD cuando firmaron el “Pacto por México” que abrió las puertas a las reformas estructurales, bajo la promesa de más y más bienestar. Qué bajaría la luz, el gas, la gasolina y habría más empleo y sería mejor pagado. De ello sólo ha ocurrido lo contrario: más aumentos, menos empleos y más precarización del trabajo.

Ya deberíamos de prender de los hechos tan recurrentes. Es hora de darnos cuenta de que cambiar es necesario y que no se trata de poner a unos en lugar de otros. Es menester que pensemos en ir más allá y cuestionemos el fondo de las cosas. Pensarlo así nos llevaría a alcanzar una perspectiva más amplia y nos ayudaría a cuestionarnos sí con tan solo votar es suficiente. Es hora de derrotar las inercias y avanzar hacia la pretensión de cambiar el modelo de desarrollo. Porque está visto que votar no es suficiente. Falta que atrás del voto esté el porqué del mismo y debe encerrar la necesaria trasformación del modelo económico. Para lograrlo anterior es necesario elevar la conciencia y organizar el hartazgo. Ya basta de elecciones, cuando de lo que se trata es de cambiar.

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