OPINIÓN. LA ESCASEZ DEL AGUA: LAS TRAMPAS DE LA TÉCNICA. Por Julio Santoyo Guerrero

“Ya ahorita estamos empezando a bombardear para que la nube se quede aquí y llueva aquí 6 o 7 horas. No quiero que se vaya a Galeana, no me interesa que se me vaya al norte, aquí ocupo la nube lloviendo 7 horas, para que todo ese escurrimiento en la sierra en Santiago me ayude a recuperar “la Boca” (la presa) que está seca, por eso no puedo mandar agua …”

Si quienes hoy gobiernan en todo México creen que no se verán en el espejo de Nuevo León están equivocados. Tampoco Nuevo León imaginó verse en semejante aprieto. Hace meses, cuando Chihuahua estuvo en el centro de las preocupaciones por la sequía muchos creyeron que aquello se resolvía con una acción técnica.

Se puede entender, más no justificar, que los políticos consideren como discurso incorrecto el hablar sobre el fondo de este problema: la crisis ambiental antropogénica, profundizada por malas decisiones de política pública y la inexistencia de soluciones integrales. No quieren alarmar y motivar una crisis de gobernabilidad.

Las palabras del mandatario de Nuevo León tratando de dar certidumbre a sus gobernados, que parecen salidas de la superficialidad tiktokera, sin embargo, ilustran la ignorancia y la incompetencia propias de quien se ve sorprendido por una realidad climática ajena e indómita, como ocurrirá con muchos. Una realidad que no se puede revertir culpando desde la propaganda a exgobernantes o a la falta de apoyo de otros. Es decir, el agua no va a manar por arte de magia.

Samuel García, como la gran mayoría de nuestros políticos, creen a pie juntillas que la crisis de abasto de agua en sus territorios puede ser solucionada con acciones técnicas: bombardear nubes, construir presas.

No se atreven a poner la mirada en las causas. Saben que con seguridad perderían el apoyo electoral de los poderes fácticos, esos que con sus prácticas productivas contribuyen de manera notable a arruinar la disponibilidad de agua y alteran los ciclos de la lluvia. Entienden que hacerlo supondría, también, modificar de raíz las creencias económicas y los hábitos de los pobladores.

Creer que la técnica resolverá la pobreza del ciclo de lluvias a la manera en cómo se afina un automóvil es un despropósito. Si acaso la técnica puede actuar como un micro atenuante de un fenómeno que no debe olvidarse es planetario: el cambio climático. Asunto frente al cual, por cierto, México ha abdicado alejándose de manera práctica de los compromisos internacionales.

El gobernador de Nuevo León en su desesperación espera que el bombardeo de las nubes ocasione en un lugar específico una lluvia por 7 días para llenar las presas que abastecen de agua su ciudad más importante. En contraste, en Michoacán, cientos de aguacateros se empeñan en bombardear las nubes con cañones y cohetones, pero para que se dispersen y no llueva o no granice en sus cultivos.

Si esto no es una locura o franca estupidez, no sabemos que otra cosa pueda serlo. Por lo menos exhibe la carencia absoluta de criterios de política medio ambiental únicos para todo el país. Quiere decir que no hay una ordenanza para conservar y alimentar los ciclos de lluvia a partir de cada región, ni tampoco criterios firmes para conservar y ampliar los bosques y las zonas de infiltración.

Construir presas, bombardear nubes, equipar flotillas de carrotanques, son intervenciones técnicas insuficientes o carentes de eficacia si antes no se aplica una política integral de cuidado de bosques, de sustentabilidad, de protección de manantiales, de procesamiento de aguas, de recuperación ecosistémica, etc.

El sueño de que la técnica sería la solución a los problemas de la humanidad, centralmente los que tienen que ver con el dominio de la naturaleza, han derivado en una pesadilla cuyos efectos son fatales para la propia naturaleza.

El pragmatismo inmediatista de los gobernantes los sitúa siempre en la ruta de las soluciones instantáneas porque su tiempo es electoral de 3 a 6 años, y los aleja de las soluciones de fondo a que obliga el comportamiento de la naturaleza cuyos ciclos son de decenios y centurias. De ahí, en parte, la degradación paulatina del planeta.

Nos equivocamos si creemos que el problema de la escasez de agua en Nuevo León es una cuestión local. En mayor o menor medida este conflicto viene extendiéndose con rapidez por todo el territorio nacional, incluso en regiones en donde se tenía una mayor disponibilidad de agua, en el sur del país.

Es una noticia desafortunada saber que México no cuenta con políticas preventivas y correctivas eficientes para atender de fondo la crisis por el agua a pesar de que las advertencias están tocando con escandalo a nuestras puertas. La anarquía y voracidad destructiva con la que se “administra” este recurso nos coloca a todos en el espacio de la vulnerabilidad.

Llegado el momento viviremos tensiones sociales como las observadas en Monterrey y veremos episodios patéticos como el del gobernador Samuel García ordenándole a las nubes que lluevan durante 7 días en un lugar determinado. La técnica no hace milagros, puede más bien aletargarnos con sus trampas.

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