OPINIÓN: ¡BARBARIE CAPITALISTA DE ESTE SIGLO! Por el Profr. Juan Pérez Medina.

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El siglo XX significó un avance formidable para los trabajadores del mundo. Los que no tienen más que su fuerza de trabajo para ganarse el sustento, pudieron alcanzar en ese entonces las más grandes conquistas sociales de que se tenga memoria. Primero que nada, alcanzaron el derecho a organizarse, a contar con un sindicato que los protegiera y defendiera. Los sindicatos proscritos hasta finales del siglo XIX lograron que los patrones y el estado llegaran a reconocerlos como entes con personalidad propia capaces de hablar por todos y discutir con el patrón y el estado la situación laboral, salarial y asistencial a que estaban sujetos. Así fue como con el tiempo alcanzaron mejorar su salario y estampar en las normas jurídicas su carácter remunerador. Es en el siglo XX, que los trabajadores conquistaron el derecho a la salud y la jubilación; así como el derecho a revisar las condiciones de trabajo y a exigir indemnizaciones por accidentes ocurridos en el camino hacia el centro donde se labora o al interior de él.

Las familias del trabajador fueron sumadas al derecho a la salud hasta alcanzar la mayoría de edad y se logró además que se les concediera un crédito para la vivienda. Millones de ellas fueron edificadas en todos los rincones del país por medio del Fovissste o del Infonavit, instituciones públicas encargadas de financiar, construir y entregar las viviendas nuevas a sus nuevos dueños. Cosa que hoy han dejado de hacer entregando ese negocio a los particulares.

Es el siglo en el que la mayoría de los países reconoció en sus leyes fundamentales el derecho de huelga en caso de que sus justas demandas no sean atendidas, a fin de lograr el equilibrio en la producción. La huelga, a pesar de que ha sido hasta hoy la mayor herramienta legal del trabajador para defender sus conquistas y mejorar su situación cuando la explotación se vuelve crítica, ha sido una de las más grandes conquistas del campo del trabajo ante el capital.

Lo anterior fue posible gracias a la fuerza organizada de los trabajadores como producto del desarrollo de la teoría marxista, la aparición y divulgación del Manifiesto Comunista y la creación de partidos políticos de clase. Los grandes movimientos reivindicatorios ocurridos en toda Europa y combatidos a fuego y sangre por la reacción logró hacer que, después de la dos grandes conflagraciones, de la primera mitad del siglo de referencia, los sindicatos fueran reconocidos y el derecho a la jornada de ocho horas con un día de descanso semanal fueran posibles.

En el ocaso del siglo XX y ante el embate del capital que fortaleció su dominio como consecuencia de la caída del socialismo real (léase la URSS), el debilitamiento de la lucha obrera y el desarrollo de la ciencia y la técnica que logró globalizar el comercio mundial y limitar a su mínima expresión a las organizaciones sindicales; ha llevado a una nueva etapa cuyas características en el mundo del trabajo son precisamente un proceso a la inversa que parece incesante y que, al menos en el horizonte cercano no presentará cambios drásticos.

Estamos ante una contraofensiva del capital sin parangón en la historia moderna. Dueños de los medios del capital, las grandes corporaciones financieras y manufactureras, han desarrollado una campaña contra los trabajadores permanente, sobre todo contra sus organizaciones sindicales a muchas de las cuelas se encargó y se encarga de corromper, con la intención de socavarlas, presentarlas ante los propios trabajadores más como un mal que como una ventaja para ellos.

En esta dinámica, las organizaciones sindicales se debilitaron y con ello se creó un marco de vulnerabilidad enorme que ha facilitado la contraofensiva de que hablamos. Así es como se ha perdido en los hechos del derecho de huelga, la cual se ha visto limitada en la normatividad a los recuentos ante el patrón; como a sindicalizarse, como hoy ocurre en el SNTE, con los trabajadores de la educación y la Ley del Servicio Profesional Docente.

Pero más allá de eso; los trabajadores han visto como los sindicatos desaparecen o son golpeados por la ley del estado y sus fuerzas represivas; cómo han disminuido los trabajadores sindicalizados y han aumentado aquellos que viven en la informalidad o trabajan por contrato o en el espacio de la tercerización o el llamado out surcing. La contraofensiva nos habla de un brutal despojo de los derechos conquistados por las luchas de los trabajadores. Contratos a prueba, jornadas por horas, disminución de los derechos de salud y de la pensión o jubilación y evaluaciones recurrentes como medida para acometer el despido. Los trabajadores son polivalentes y mientras mayor disposición muestren para hacer las labores que se les indiquen mayores posibilidades tienen de mantenerse en el trabajo. No se diga de la caída salarial y las repercusiones en el nivel de vida de las familias trabajadoras, al caso de desmantelarla para que todos trabajen y así se logre garantizar que se cubran las necesidades básicas para la vida.

Este es el siglo, al menos en esta primera mitad, de la barbarie, como lo afirmara Metzaros, el gran filósofo húngaro, para referirse al capitalismo actual depredador y destructor de la vida en el planeta. Es hora de que los sindicatos despierten y que inicien una cruzada global por el trabajo y en defensa de los derechos conquistados históricamente por la clase. ¡Socialismo o barbarie!

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