CRÓNICA: EL TALLER DE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR EN MORELIA. Por Andrés Resillas

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“No me molesta que me llamen Peje, pero no soy lagarto”. Dice un Andrés Manuel López Obrador con gesto serio, señalando que la honestidad es su bandera.

Llega al mitin en el Monumento a Lázaro Cárdenas. Lo esperan unas dos mil personas entusiastas, ávidas de verlo y saludarlo.

No hay escoltas, ni guaruras. Llega uno al Peje de manera fácil. Le espeto la pregunta: ¿Dice Carlos Navarrete que ya anda en campaña por la presidencia?

“¡Claro que ando en campaña. La tercera es la vencida. Me quieren jubilar, Están desesperados!

Andrés Manuel se encuentra con sus seguidores. Se deja apapachar. Saluda a decenas de manos extendidas. Recibe abrazos y papeles con peticiones. Quiere saludar a todos pero no puede.

Ya en el templete, arriba, extiende las manos hacia abajo para seguir recibiendo sobres de señoras, ancianos y jóvenes. Un padre sube a su hijo para que salude al Peje; éste lo jala y lo mantiene en el templete. El niño no deja de sonreír.

Hablan María de la Luz Núñez y los candidatos a diputados locales y federales. Por fin le toca a Andrés Manuel e inicia un interminable discurso.

Andrés Manuel acusa: El gobierno priísta se está robando 460 mil millones de pesos al año. La corrupción es el peor mal que nos aqueja, que nos detiene.

Andrés Manuel enseña: El voto es el único instrumento pacífico para transformar a México. No hagan caso de la dirigencia de los maestros democráticos que están llamando a no votar. ¡No, ese no es el camino!

Fueron 52 minutos de discurso de López Obrador. Un silencio absoluto. Dos mil almas atentas a las palabras del tabasqueño.

Pocas ocasiones he visto un discurso tan largo, pero no monótono. Andrés Manuel es un orador nato. Ya no es tan pausado como antes. Su río de palabras es continuo.

El auditorio es de gente humilde, con otra porción de clase media. Campesinos, obreros, amas de casa, intelectuales, también veo a ex perredistas radicales y hartos por la falta de democracia en el que fue su partido.

Andrés Manuel se defiende: No permitan que diga la gente que todos los partidos son iguales, que ninguno sirve. Nosotros sí somos una opción para cambiar el país.

Sigue el Taller del Peje: le informa a sus seguidores cuales son los medios de comunicación que sí dicen la verdad a nivel nacional: en primer lugar Carmen Aristegui, en segundo el periódico Reforma (dice que es de centro derecha, pero que sus reporteros son muy profesionales); en tercer sitio pone a la revista Proceso y por último a La Jornada.

“No le crean a nadie más, pues todos los demás están al servicio de la mafia; están comprados, sobre todo a Televisa, constructora de la figura de Enrique Peña Nieto.

“Lo presentaron como un producto chatarra”.

Y se burla de los medios de comunicación: “A mí me entrevistan diario, día tras día, pero saben por qué lo hacen? Le pregunta a un auditorio cómplice de su sarcasmo:

“Lo hacen para ver si me equivoco. Si la riego, si meto la pata, pues al otro día no sale nada de lo que dije”, afirma con una sonrisa.

El Peje le da un repaso a los escándalos de la presidencia de la República: la Casa Blanca, la otra del secretario de Hacienda, construida en Malinalco; dos más propiedades del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y termina con el reloj de tres millones de pesos del subsecretario de la Sedesol, Francisco Nemer.

Dos horas de desahogo. De crítica. De mencionar cientos de veces la palabra corrupción. De insistir en el cambio con una política de honestidad y transparencia. Son dos mil almas que le apuestan a este partido nuevo.

Andrés Manuel se entusiasma, dice que en los próximos años MORENA alcanzará una votación de 30 millones. Afirma que el pueblo está despertando. Que lo mismo que en el norte, que en Yucatán la gente lo recibe con entusiasmo.

Y la vuelve a emprender contra sus ex compañeros de partido, los perredistas. Dice que se vendieron. Que Peña Nieto los tiene maiceados. Que son cómplices de lo que llamó las “contrarreformas” priístas.

Cinco veces volteó y se refirió al general Lázaro Cárdenas del Río, cuya figura se erguía como si fuera un vigilante y protector de los morelianos. Cuando se refirió al campo y al petróleo, señaló al generalísimo como uno de los mejores presidentes de México en la historia.

“Nosotros admiramos a Juárez, a Múgica, a Cárdenas: ellos, los priístas adoran a Iturbide”, acuso por enésima vez.

Por fin termina su discurso. La gente, satisfecha con la lección del taller, se abalanza contra su líder.

“Este no es un mitin. Es un taller. Pues yo les doy información y ustedes también me dicen qué piensan y que problemas tienen. Es un diálogo. Sólo así acabaremos con la mafia que tenemos como gobierno”.

Vuelven los empujones para saludar al Peje. Tarda 10 minutos en llegar a su camioneta. No lo dejan de saludar. El Peje se deja querer, se deja empujar, abrazar.

La noche termina por caer en el Obelisco.

 

 

 

 

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