En medio de la imposición mediática, policial y represiva de una reforma contraria al interés general de los docentes del país y bajo la amenaza de avanzar en la privatización de las pensiones de los trabajadores al servicio del estado, que pertenecen al Apartado B, del Artículo 123 Constitucional, habrá de realizarse la renovación de la dirigencia de la Sección XVIII del SNTE en Michoacán, lo que hace de este proceso por ocurrir un evento histórico para los maestros y el propio sindicalismo.
Son momentos muy duros. La forma en que el gobierno ha decidido imponer sus determinaciones, sus acciones estratégicas para favorecer al capital, no son inéditas, pero si marcan una circunstancia que desnuda al régimen priista neoliberal, presentándolo con su verdadero rostro represivo y autoritario. Y no es que no le conociéramos así, sino que habían podido moverse en el discurso y en el simbolismo como gobiernos demócratas que nunca lo han sido; sobre todo ayudados por los medios de comunicación, tanto privados como del estado. Pero ahora, se ha visto que no han dudado en hacer uso de las fuerzas represivas para garantizar que la naturaleza antisocial de sus leyes se cumpla en el caso de los maestros del país. Lo han hecho sobre todo, para decirles a las clases dominantes y a las clases medias subalternas, que ahora sí actuarán con todo para hacer valer la ley que ellos han creado en virtud de su interés. Que van a aplicar la ley, no sólo esa que obliga a los maestros a evaluarse sino, sobre todo, aquella que garantiza la tranquilidad de los mercados; que le brinda una revancha a aquellos que se han sentido afectados por las acciones de bloqueo, movilización o ausencia en las aulas de parte de los maestros en algún momento. Es a ellos hacia donde se está dirigiendo la actual embestida y no a los maestros que vienen padeciendo estas determinaciones del gobierno.
Sin embargo, a pesar de lo difícil de la situación, el cambio de dirigencia se muestra necesario; pues la lucha requiere de una renovación en la conducción, lo que Hugo Chávez llamó “un golpe de timón”, que haga una valoración mucho más completa e integral de la situación y construya sobre esa circunstancia nuevas rutas y acciones, que nos permitan retomar la iniciativa que hoy por hoy se ha debilitado o, siendo pesimistas, se ha perdido y la tiene el gobierno. Vuelvo a insistir sobre la necesidad de generar una amplia autocrítica interna que no sólo alcance a los dirigentes y sus métodos, sino a los maestros y maestras y su forma de accionar en contra del estado y en defensa de sus intereses. Analizar su nivel de compromiso con el proyecto del magisterio democrático en sus dichos y acciones. Evaluar lo hecho y lo alcanzado y plantearse en consecuencia el qué hacer.
Es indispensable ahora, tratar de silenciar las formas discursivas que se escuchan obsoletas, huecas; como aquellas de que la lucha es por la defensa de la educación pública, cuando lo que se hace es precisamente atentar contra ella de alguna manera. El elemento ético será fundamental a la hora de accionar en el futuro inmediato. La actuación docente en el ámbito escolar será central para acometer las tareas por venir, reconociendo que no habrá batallas por dar, que sean benéficas para los docentes, sin el pueblo; sin un amplio espectro social que las haga suyas, las
impulse y desarrolle. El movimiento magisterial no podrá salir de donde está si sigue actuando de la misma forma: aislándose del pueblo al que se debe. Esa manera de retomar el camino se encuentra en la escuela. De ahí debe retomarse su punto de partida.
Se ha mencionado que habrá un nuevo congreso educativo que elaborará un nuevo modelo de educación para Michoacán. Desde ahora lo sostengo que este evento servirá de muy poco o mejor dicho, de nada, porque lo que se reclama del maestro comprometido, no es el acompañamiento de un discurso que dice una cosa que no se sustenta en el aula, sino que en ella ocurre otra. Es necesario acompañar con acciones pedagógicas la recuperación de la relación maestro – alumno, maestro – padre de familia y maestro – comunidad. Eso hará que el maestro recupere la palabra perdida y la autoridad moral para convocar y aglutinar en torno a los intereses del pueblo.
Debe ser la escuela el espacio de las batallas que vienen contra la reforma. Es ahí donde el maestro deberá poner todo su empeño. Desde la escuela habrá que levantar la nueva ofensiva moral, ética y política y avanzar junto con la organización gremial. No es momento para la acción frontal que genere amplios daños colaterales y siga alejando en consenso social hacia la lucha, dándole oportunidad al gobierno para que la capitalice a su favor.
Sí la lucha implica la unidad real con el pueblo, no está demás aclarar que ésta conlleva la búsqueda de la unidad con todo el magisterio y el acompañamiento con las organizaciones sociales y sindicales afines.
Pero hago un énfasis en la necesaria unidad magisterial, que implica no sólo el perdón de los pecados cometidos, sino también los abusos hechos en nombre de una democracia stalinista y dogmática que ha cavado por hacerle mucho daño a la unidad interna. Pasar por el ojo de la aguja nuestras acciones hechas, es un ejercicio que resultaría por todos lados provechoso; pues la unidad lo reclama tanto como las condiciones en que nos encontramos.
En torno a estas preocupaciones habrá de girar la discusión hacia el congreso de renovación de la dirección de la Sección XVIII. Los compañeros de base, antes de pensar en quienes deben ser o pueden ser, deberían pensar en el por qué y el para qué de la nueva dirigencia, con la finalidad de elaborar el trazo estratégico del porvenir inmediato y mediato y relanzar nuestra lucha. Una vez hecho esto habremos de buscar entre todos los que somos a aquellos que mejor se vean y estén para encabezar las nuevas responsabilidades; pues elegir por elegir no tiene sentido.