CRÓNICA DE LA SENTENCIA DE DAVID POR LA MUERTE DE LA NIÑA QUE SE HOSPEDÓ EN EL TUROTEL DE MORELIA

NIÑA-ALBERCA

POR ANDRÉS RESILLAS//

David estaba nervioso y preocupado.

Cinco, siete, ocho, perdí la cuenta de las audiencias del juicio oral para saber si David era o no culpable.

Pero en la última audiencia David estaba muy inquieto, incluso asustado; era un David desconocido.

La Fiscalía o Ministerio Público comenzó a relatar sus acusaciones y su versión de la forma en que actuó David el fatídico 12 de agosto del 2015 contra la niña; él estaba nervioso. Estaba más preocupado de lo que había demostrado antes.

Los brazos de David se alternaban nerviosamente para tocarse su barbilla y la cara.

Cuando la Fiscal relató que David le quitó el celular a Hilda, la madre de la pequeña, para que no avisara a sus familiares de la muerte de la pequeña, David sonrió y negó con la cabeza, denotando que eso era mentira.

Hilda estaba ahora diferente. Su cara tenía un rictus de seriedad. De enojo. Evitaba mirar a David en la
sala de juicio. Nada quedó de su relación amorosa: sólo la muerte de su hija.

La Fiscalía tuvo que leer sus alegatos finales; lo mismo ocurrió con la representante de la Comisión de Atención a Víctimas: ambas querían la pena máxima del homicidio calificado.
Cada minuto que pasaba de la audiencia David estaba más nervioso y no era para menos; pensó que los tres juzgadores del Tribunal de Enjuiciamiento en cualquier momento tomarían la palabra para decir el número de años que pasaría en prisión.

Le tocó su turno a la defensa. El abogado Ricardo siempre apuntaba todo lo que decía la Fiscalía; su letra es grande y de tipo manuscrita, a la antigua, para ello ocupaba hojas y hojas de papel.

Pero él no leía sus alegatos; se guiaba por sus apuntes. Todo lo hacía oral. Estructuraba sus ideas en su mente y las desarrollaba; siempre estaba concentrado.

Su postura fue clara: la Fiscalía nunca comprobó que la niña fue ahogada en la alberca del Turotel, por lo que la acusación de haberla matado por sumersión mecánica nunca ocurrió.

Defendió con vehemencia a su cliente; pero los hechos demostrados en las cuatro horas de video tomadas en la alberca del hotel eran irrefutables. David fue sumamente violento con la niña de tres años.

Pero no todos los esfuerzos de la defensa fueron inútiles: los peritos particulares que contrató fueron más objetivos y lograron describir con más precisión la personalidad de David.

Fueron dos horas y 40 minutos de tormento para David. A las 19:40 horas el Tribunal leyó su sentencia: 20 años de prisión y el pago de 345 mil pesos como reparación del daño para la madre.

Esos 20 años le costarían el error de su violencia a David; para a la madre implicó perder a su hija.

Por cierto, en la audiencia la Defensa dijo que también la madre era culpable de negligencia y que debía de haber sido juzgada. Incluso propuso que el dinero por la reparación del daño fuera compartido con el padre biológico de la niña.

Sin embargo, nada se sabe del padre, pues Hilda dijo que había registrado con sus apellidos a su pequeña.
A la cual deseamos que descanse en paz…

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