OPINIÓN. Guerra, protección del patrimonio de la humanidad, y un «bárbaro» llamado Trump. Por Teresa Da Cunha Lopes

El patrimonio cultural de Irán es patrimonio de toda la humanidad. Un ataque directo contra el patrimonio de la Humanidad es, en base a todas las reglas de la guerra, un crimen. Bajo un punto de vista del derecho internacional de la guerra, el patrimonio cultural de la humanidad está protegido por un amplio corporii iura, desde la Convención del 1954, «Convención para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado» (La Haya, 1954), hasta la actualizada convención del 2005, pasando por los textos de 1970,1972,2001, 2003. En consecuencia, tal como lo sumaria la UNESCO :» Los daños ocasionados a los bienes culturales pertenecientes a cualquier pueblo constituyen un menoscabo al patrimonio cultural de toda la humanidad, puesto que cada pueblo aporta su contribución a la cultura mundial». Es evidente , que las recientes declaraciones de Trump amenazando destruir el patrimonio de la Humanidad ubicado en territorio iraní, constituyen una ruptura intencional con las reglas del Ius bellum. Pero no sólo. También van contra la «tradición» establecida por Estados Unidos, desde la segunda Guerra mundial, en esta materia. Durante la segunda Guerra mundial, los aviones estadounidenses volaban sobre Japón con estrictas órdenes de evitar bombardear el patrimonio cultural de Japón. Por veces, especialistas (en particular historiadores) acompañaban el escuadrón. Esta política, que ni siempre tuvo frutos ( la destrucción de Tokyo en los ataques aéreos de marzo 1945 fue casi total, con excepción del área del Palacio Imperial, es un ejemplo de que el uso de bombas incendiarias no permitía «ataques de precisión» ) , fue basada en el activismo de Langdon Warner, historiador y arqueólogo, a quien los japoneses reconocieron en el post guerra, como uno de los » salvadores del patrimonio cultural japonés». ( ver, la obra de Morio Yoshida, y las estatuas dedicadas a Warmer en Kyoto y en Kamakura). La ciudad de Kyoto estuvo en el primer lugar de la lista de los objetivos propuestos para la bomba atómica, hasta el 24 de Julio del 1945. El secretario de Guerra Stimson intervendrá, entonces, personalmente para convencer al Presidente a retirarla de la lista elaborada por el comando estratégico militar, en base al argumento de que alberga más de 2000 monumentos que son la memoria de la nación nipónica. En su diario de guerra, escribirá sobre la reacción del presidente :» he was particularly emphatic in agreeing with my suggestion that if elimination was not done, the bitterness which would be caused by such a wanton act might make it impossible during the long post-war period to reconcile the Japanese to us in that area rather than to the Russians».Finalmente, la decisión de preservar la antigua capital imperial es tomada, y Kyoto sale de la lista, siendo sostituida por Nagasaki. Es esa intención de preservar los monumentos, que son parte intrínseca del caminar civilizacional de la Humanidad, aún y cuando se cometen atrocidades sobre el terreno, la razón por la cual sítios como Nara o los templos de Kyoto no sufrieron daños. De la misma manera, en el desembarque en el Sur de Italia se sacrificaron millares de vidas intentando no dañar Monte Casino ( que al final sería destruido casi por entero por los propios alemanes ahí entricherados). Paris y Roma fueron declaradas ciudades abiertas y, entregadas casi intactas. De hecho, en el caso de Paris, el comandante alemán tomó la decisión de no dar la orden de explotar las cargas explosivas, colocadas en todos los monumentos famosos de la ciudad de las luces, a pesar de que su familia era rehén en la retaguarda de los «duros» del régimen nazi. Pero, ahora, en pleno siglo XXI, tenemos de un lado a ISIS y del otro lado a Trump usando lo que resta de las civilizaciones entre Tigris y Eufrates, como arma de guerra y campo de destrucción para efectos de presión, extorsión y de propaganda ideológica . De ISIS no esperábamos absolutamente nada. La destrucción de Palmira fue un acto más, en el marco de una serie de horrendas barbaridades que constituyen la marca de la operación ideológica del «estado islámico» . Lo mismo no podemos aceptar de los Estados Unidos. Los estadounidenses tienen la OBLIGACIÓN de colocar un ALTO al energúmeno que eligieron como presidente. Tienen una responsabilidad colectiva. Asi cómo todos nosotros que tenemos la obligación de NO callar. Porque no se trata de una amenaza, solamente dirigida a Irán, sino de un crimen contra toda la humanidad. Contra todos nosotros. Contra nuestra memoria histórica común. Contra nuestra identidad como civilización

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