Guernica, el Holocausto, los campos de muerte de Cambodja, Sudán, Sarajevo, Sbrenica y ahora Alepo son imágenes terribles que sofocan el siglo XX y el siglo XXI que, paradójicamente se proclaman como la era del » paradigma de los derechos humanos».
Cuerpos despedazados, niños hambrientos, ataques indiscriminados contra civiles, bombas de rácimo, fábricas de muerte, ríos de sangre, imágenes terribles que entran por nuestras casas en el papel «couché» de las revistas, en las fotos de guera de las nuevas » mater dolorosas», por la pantalla del televisor y en los pedidos de ayuda difundidos en redes sociales. Nos indignamos ( algunos) .
Otros no soportan lo que llaman de obsesión mediática por las tragedias humanas. Otros aún , recusan mirar . Pero, al final del día todos callamos, nos afundamos en nuestros sillones, salimos a tomar una copa con los amigos, nos ahogamos en nuestro cotidiano y recusamos pasar a la acción.
No presionamos, no protestamos y, tal como por el pasado lo hicimos con Sarajevo , rechazamos ir a morir en una calle de Alepo . Los cuerpos destrozados, las columnas de humo, la carnicería , la guerra masiva contra los civiles, las columnas de refugiados amasados contra el alambre de púas, no provocan a la acción ni a la solidaridad. Solo encienden los brotes de violencia racista de grupos nacionalistas, que tal como carroñeros, se alimentan del miedo a la » invasión» de refugiados.
Ayer abandonamos a los judios , después a los » boat people «, hoy a los que quedaron atrapados en Alepo. Via Facebbook escuchamos el adiós ( el que puede ser el último adiós) de los acorralados en Alepo. Nuestra acción se limita a colocar » like», algunos llegarán hasta el » esfuerzo » de compartir el video. Es todo . Es nada. Los mismos que hablan , por las mañanas, en sendas conferencias sobre derechos humanos, son los mismos que aplauden , en las sociales, a Putin como un símbolo. ¿ De qué ? , me pregunto .
Solo puede ser ( y es) el rostro de la vertiente autoritaria del nuevo desorden internacional que piedra a piedra arrasa con la arquitectura civilizadora del derecho internacional. Callamos, somos omisos, cómplices de lo impresentable, de lo inenarrable . Somos Testigos silenciosos del mal y de la ausencia , algunos dirán de Dios, otros de la Justicia. Consentimos. Dejamos, tal como muy buen lo expresa Bernard-Henri Levy , que las escuadrillas de Putin desempeñen sobre Alepo y , en defensa del feudo alaouita de los Assad , el mismo papel que la » Legión Cóndor en el cielo de España republicana de 1936″.
Pero, ni siquiera tenemos un Picasso para recrear sobre la tela el horror de la muerte. Tengo vergüenza de nuestra hipocresía. Tengo vergüenza de mi inacción y de mi silencio. De nuestro colectivo silencio. En este mismo momento en que escribo, en Alepo, abandonados por el mundo, olvidados por la opinión pública , usados como piezas de ajedrez sacrificables por las grandes potencias , los olvidados de Alepo mueren en un infierno de bombas , bajo el impenetrable silencio de ls lobos y víctimas de nuestra indiferencia. Nuestra inacción , nuestra indiferencia crean la excusa perfecta para que los miembros del consejo de seguridad la ONU no acuerden , bajo presión de todos nosotros, el voto para accionar la cláusula de la » obligación de proteger».
Somos infames, por la libertad de maniobra que concedemos a Turquía. Turquía que usa el caos regional y la situación en Siria para eliminar la oposición interna a Erdogan y arrasar a los kurdos. Somos hipócritas porque, acobijados en el anti americanismo primario, no condenamos a Putin y a su política de intervención en Siria para proteger a un genocida.
Deberíamos estar por millones en las calles de todas las ciudades, en todos los países , presionando a favor del cese inmediato de los bombardeos sobre Alepo, para acabar con la matanza indiscriminada de los civiles acorralados en Alepo, para obligar a respetar los convoyes de apoyo y de extracción de los civiles de Alepo, para llevar a los tribunales internacionales a criminales de guerra como Assad .
Pero, nadie está en la calle. Todos están de compras de Navidad en los centros comerciales que resonancia de cánticos de Paz. En Alepo, no existe ni Paz ni cánticos . Tengo vergüenza. Puede ser que me acusen de hipócrita . Pero no me callaré. No seré parte del silencio cobarde que » normaliza» la masacre de Alepo.»