Dicen algunos dirigentes de partidos que la elección en el estado de México dejo un mensaje: ningún partido por si solo podrá sacar al PRI del poder; que se requiere una gran alianza para ello. Esta brillante conclusión no es nada nuevo; los mexicanos sabemos desde siempre que la sociedad dividida no significa ningún riesgo para la pandilla que ostenta el poder público nacional. ¿Pero si todo el mundo lo sabe,
Por qué a los partidos políticos de oposición no les importa? ¿Porque en cada fracaso caen al mismo razonamiento que por cierto de nada les sirve para corregir el rumbo? Bueno, pues eso es muy simple: no hay ningún interés por México y la mayoría de los partidos políticos son membresías oficiales que le ponen colores a la sociedad para dividirla; solo piensan en conservar su registro y negociar para incrementar sus privilegios (jugosas prerrogativas), que, por cierto, la discrecionalidad en su manejo permite a dirigentes partidistas vivir en el dispendio y con buenos patrimonios.
Los partidos políticos fueron creados, en efecto, como un instrumento de la sociedad para conquistar el poder público para su beneficio, esto sucede en todos los países del mundo; hasta ahí estamos bien; el problema de México es que los partidos paulatinamente se han prostituido y resignado a vivir de canonjías sin importarles las razones por las que fueron fundados; solo se acuerdan del pueblo cuando van por su voto; y eso, porque el 70% del dinero que se les entrega es por votos obtenidos, si no, seguro estoy que jamás voltearían hacia las comunidades o colonias marginadas.
Al pueblo ya no se le engaña, lo malo es que muchos mexicanos se venden. En política el dinero entre otras cosas es y ha sido una herramienta eficaz para cooptar voluntades. Los partidos buscan mil formas de rebasar los topes de campaña sin ser detectados; esos candados son violados recurrentemente por todos durante las campañas y les permite disponer de mucho dinero de dudosa procedencia para ganar una elección, aunque vendan su alma al diablo.
La inequidad es una característica inherente en tiempos electorales, quien ostenta el poder es quien tiene más dinero y trae el sartén por el mango, pero no solo eso, en México las instituciones son utilizadas tiránicamente para quitar del camino a quienes estorben a los oligarcas del poder. En el estado de México fue un tsunami de dinero que se despilfarro ilegalmente para compra de voto, el pueblo si bien consiente del daño que significa para nuestra democracia negociar con su voto, la necesidad y la pobreza es una justificación suprema para vender su dignidad, el gobierno de Eruviel se aprovechó de la pobreza para pisotear impunemente a los mexiquenses.
La fragmentación de la oposición, principalmente de la izquierda, fue otro componente que definió con contundencia el senil derrotero político en ese estado, este resultado a muchos no nos sorprendió y menos a los candidatos que bien sabían a lo que se enfrentaban; hubo quienes de plano hicieron el trabajo de fontanería electoral; lejos de la tristeza que genera perder una elección festejaron efusivos el triunfo del primo de Peña Nieto.
MORENA se consolidó como una fuerza política sumamente competitiva a nivel nacional, no obstante, López Obrador tendrá que dejar la soberbia y reconocer que no puede solo con la carga, y que solo aliándose con algunos mafiosos, se lograra el sueño de una verdadera alternancia el 2018. Para lo cual, tendrá que ceder y replantear su estrategia política, a menos que prefiera perder la elección por tercera vez, y, como él lo dijo, retirarse a la chingada (así se llama su rancho).
Los escenarios ya los conoce y están frente a su nariz. La revelación sin duda fue el candidato perredista juan Zepeda que tuvo un crecimiento exponencial en la campaña para sorpresa de muchos, pero que no obstante no logro meterse a la contienda, quizás le falto un poco más de tiempo, situación que perjudico dramáticamente la campaña de Delfina Gómez y de la panista Josefina Vázquez Mota, quien se tuvo que conformar con el 4 lugar. Por su parte los candidatos ciudadanos no pintaron en esta elección, sin duda por las limitaciones económicas; esta figura apenas empieza y aún es demasiado temprano para dimensionar su alcance; pensar en un liderazgo ciudadano que rebase a los partidos con registro creo que aún no hay condiciones para ello y más bien será un factor más de división social en la contienda del 2018, que todos pronostican será histórica.
Nuestra pírrica democracia tiene connotaciones legislativas; mientras no haya reformas al código electoral, se seguirán organizando elecciones bajo esquemas sumamente desiguales, las franquicias se seguirán vendiendo baratas para que sigan surgiendo partiditos a modo, con lo cual se sigue caminando sobre la genial estrategia de la pulverización del voto ciudadano y fortaleciendo aquel famoso dicho popular de divide y vencerás. Aquellos que creen que el dinosaurio está muerto están equivocados, hoy en día la clase política en su mayoría está de su lado.
El PRI en cada elección se ha presentado muy competitivo y con mucha estructura; si la izquierda no logra alianzas estratégicas y se la juegan unida, los mexicanos tendremos que seguir posponiendo el tan anhelado cambio por el cual muchos mexicanos hemos luchado desde hace décadas. El PRI pasó de la DICTADURA PERFECTA A LA DEMOCRACIA TRAMPOSA