Desde los polos opuestos de las ideologías políticas que han gobernado nuestro país en los últimos años se ha convertido en moda la exclusión de la Filosofía de la escuela.
La reforma educativa impulsada por el presidente Calderón en el 2008 proponía recortar de las currícula los contenidos filosóficos. Tuvo que generarse una protesta de los círculos académicos para advertir del riesgo educativo que ello suponía. Al final los contenidos se salvaron y continuaron vigentes.
El intento se repitió con la reforma del presidente Peña Nieto. La categoría curricular de Competencia Educativa, de clara implicación utilitaria, dejó de lado los saberes filosóficos y humanistas decantándose por saberes operativos. Es decir, por aquellos que fueran de utilidad inmediata para los educandos.
Desde el polo aparentemente opuesto el gobierno del presidente Obrador incluyó en la reforma al artículo tercero constitucional del 2019 la inclusión de la filosofía y las humanidades. El mandato constitucional es claro: los planes y programas de estudio de la educación mexicana deben incluir la Filosofía.
El Nuevo Marco Curricular Común para la educación, sin embargo, camina en la misma dirección que las reformas de Calderón y Peña, ignora, excluye, expulsa, a la Filosofía de la escuela.
El diseño del Nuevo Marco Curricular Común no se hizo a partir de una omisión involuntaria. Eso no puede ocurrir cuando en los 4 años de este gobierno se ha insistido hasta la saciedad que el ánimo del gobierno es en definitiva humanista, es decir, apegado a la tradición del pensamiento crítico, el que no puede provenir de otro terreno que no sea el filosófico.
Los gobiernos de los polos ideológicos que nos han gobernado sean de derecha o de izquierda, nos han demostrado que comparten una premisa precautoria común: el miedo político al pensamiento crítico, a la reflexión profunda sobre la realidad y la verdad, a la crítica del poder y a la formación en la autonomía de la ciudadanía. Tales ideologías se sienten cómodas con la inercia ancestral de un México cohesionado por el organicismo social, el tutelaje, el clientelismo, el paternalismo gubernamental y el ejercicio de un poder vertical centralizado.
La Filosofía es un riesgo que, nos demuestran, están decididos a no permitirle la entrada a las aulas de la escuela mexicana. Filosofar en la escuela ciertamente es un riesgo para todos los regímenes cerrados que erigen su ideología política en verdad absoluta.
Desenmascarar las pretensiones de fondo de todo poder, desnudar los supuestos ideológicos del pensamiento que legitima las maneras del ejercicio autoritario del gobierno, cuestionar los mitos que son motor de la alienación para el control social, les causa escozor. Mejor que la educación sea un simple aparato reproductor de los vínculos del poder para continuar ejerciéndolo.
Por eso la exclusión de la Filosofía en los planes y programas de estudio de la educación básica y de la educación media superior no es un accidente. Su prohibición de facto, sin embargo, la convertirá en un platillo apetecible por su carga prohibitiva. Filosofar al margen de la institución escolar será, como ya lo ha sido, una práctica subversiva alentada por ciudadanos que terquean por la libertad.
Si el gobierno no rectifica su rechazo a la Filosofía, su cambio de opinión de última hora en torno a la educación humanista, la pérdida de la formación de pensamiento crítico por el sistema educativo habrá de tener consecuencias funestas para el desarrollo de la ciencia, la creatividad cultural, la consolidación de la democracia y la afirmación de una ética de las responsabilidades ciudadanas frente al país y la humanidad.
Se desaprovechará entonces la oportunidad educativa que ofrecen los niños para filosofar, que a decir de Karl Jaspers poseen talento natural y curiosidad asombrosa para ocuparse de las preguntas sobre la vida y sus posibilidades.
Los estudiantes deberían quedar curados de los riesgos del pensamiento único que impulsan los políticos de sexenio y que castra la diversidad, el rigor de la razón, la creatividad y genera opinión enclenque que atasca la evolución de la sociedad.
La Filosofía en el salón de clases es el espacio que dinamiza y da sentido a todos los saberes que por ella atraviesan. Convertirla en una actitud y una práctica ordinaria nos llevaría a niveles insólitos de libertad y de creación. Pero, eso es lo que no quiere el utilitarismo curricular y las élites que controlan el poder. Le tienen miedo a la Filosofía.