LAS ÚLTIMAS HORAS CON VIDA DE LAS DOS JÓVENES ASESINADAS (Segunda parte)

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POR ANDRÉS RESILLAS

Cinthia y Dalila C eran dos jóvenes alegres originarias de la ciudad de Pátzcuaro. Siempre se les veía juntas. Aunque eran de diferentes edades, pues Dalila le sacaba ocho años de distancia a Cinthia, congeniaban y compartían muchas cosas juntas.

Las dos eran dos hermosas chicas de Pátzcuaro. Sin embargo, Cinthya sobresalía pues además de ser muy bonita, su 1.78 metros de estatura le daba una personalidad impresionante.

El viernes 27 de mayo las dos amigas se encontraron en Morelia; Dalila C. había acudido a las oficinas centrales de la dependencia donde laboraba; en su pequeña camioneta marca Suzuki color gris había acudido con otra compañera de trabajo procedentes de Pátzcuaro. Eran las cuatro de la tarde.

Cinthya y Dalila C. se despidieron de la amiga de trabajo y dijeron que regresaban a Pátzcuaro en el vehículo.

A las 20 horas el papá de Cinthya le llamó por el celular para preguntarle dónde estaba; la chica le contestó que en el centro de Pátzcuaro y que en un momento llegaba a su casa. Y así fue.

A las 10 y media de la noche llegó Dalila C. en su camioneta a recoger en su domicilio a Cinthya; ésta última pidió permiso a sus padres para quedarse a dormir en la casa de la amiga y como ya lo habían hecho antes, no tuvieron objeción. Pero no sabían que era la última vez que verían con vida a su hija.

Dalila C. y Cinthya pasaron a la casa de la primera pues necesitaba dinero y avisarle a su madre que iría a algún lugar a divertirse en compañía de la amiga. La madre de Dalila negó el permiso y también se rehusó a darle dinero.
Las dos amigas abordaron la camioneta Suzuki color gris y se enfilaron rumbo a Morelia. Eran las 11 de la noche…

SE ENCIENDEN LAS ALARMAS

Arturo, un vecino de la colonia Balcones de Morelia vio en su reloj que eran las nueve de la noche y que había llegado el momento de dormirse en esa noche del viernes 27 de mayo. Observó por su ventana la calle solitaria y tranquila; se dirigió a su habitación y se durmió.

A las seis de la mañana, como era su costumbre, Arturo se despertó. Tenía que ir al trabajo y se preparaba para ello. Pero al pasar por la ventana echó un vistazo hacia la calle y vio que una pequeña camioneta Susuky color gris, con placas del Distrito Federal, estaba estacionada en su puerta.

Recordó que la noche anterior, cuando se asomó por la ventana, no había ningún vehículo y menos frente a su domicilio. Bajó a observar el vehículo; preguntó a sus vecinos y nadie supo.

Arturo revisó el vehículo y observó que tenía manchas rojas como de sangre tanto en el interior como en el exterior de la camioneta Suzuki, por lo que decidió dar aviso a la policía.

Eran las ocho de la mañana en Pátzcuaro, cuando el padre de Cinthya se dio cuenta de que su hija no había regresado temprano, como lo acostumbraba, una vez que dormía en casa de su amiga Dalila. Le llamó por el celular una y otra vez, sin resultado. Fue a la casa de Dalila y no encontró a las chicas. Como la madre de Dalila vivía a unas casas de su hija, el padre de Cinthya le preguntó por ellas. La madre de Dalila le contó lo que había ocurrido la noche anterior y le dijo que no sabían nada de ellas.

El padre de Cinthya regresó a su casa y junto con su esposa comenzaron a buscar a Cinthya en varias partes de Pátzcuaro; no la encontraron. Fue al día siguiente por la mañana cuando decidieron denunciar la desaparición de su hija ante el Ministerio Público.

En el transcurso de la mañana y tarde del domingo 29 de mayo, los padres de las dos chicas no recibieron noticias de su paradero.

Fue hasta las 19:30 horas cuando el padre de Cinthya recibió una llamada telefónica donde la avisaba la policía que en el Semefo de la Procuraduría de Justicia estaban los cadáveres de dos chicas y que una de ellas concordaba con las características de su hija desaparecida…

Era cierto. Las dos jóvenes habían sido encontradas muertas en las aguas de la Presa de Cointzio, en un predio conocido como El Tecolote. Asesinadas, ultrajadas y abandonadas en ese frío y solitario lugar… (Vea la continuación de este reportaje especial)

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