CAPÍTULO 2: ASÍ FUE EL ASALTO A LA JOYERÍA MALLOR EN EL CENTRO COMERCIAL LAS AMÉRICAS

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POR ANDRÉS RESILLAS//

El guardia José Alberto pensó que ese 28 de mayo sería un día normal. Era por la tarde. Iban a dar las 18 horas y el centro de comercial estaba poco poblado.

Fue a las 18:30 horas cuando José Alberto sintió que lo ahorcaban y lo abrazaban por la espalda de manera violenta. No tuvo tiempo de nada. El sujeto lo aventó al suelo y le puso una pistola escuadra en el frente: “¡Te mueves y te va a llevar la chingada, wey! ¿Tienes arma?”, le preguntó el asaltante y el guardia contestó que no.

Al mismo tiempo José Alberto observó que un grupo de nueve sujetos que ocultaban su cabeza con gorras beisboleras, lentes oscuros y tapabocas, todos ellos con un marro en la mano, llegaron a la Joyería y comenzaron a golpear los aparadores.

Dentro de la joyería cundió la alarma ante los golpes. En ese momento había dos clientes en el interior. Pedro, el segundo guardia de la joyería, estaba en el centro de control de cámaras y observó por uno de los monitores como los delincuentes rompían los cristales.

Activó una alarma que cierra de manera automática las cortinas de acero; eran tres cortinas, pero sólo dos se cerraron.

Los vidrios de la joyería Mallor eran blindados: laminados y templados. Se requería mucha fuerza para romperlos. Pero lo lograron.

El empleado Antonio, que atendía el mostrador, corrió junto con los dos clientes a refugiarse a la oficina de la Gerente Lucía, cuya puerta está blindada y se requiere contraseña para abrir; la golpearon y gritaron para que les abrieran.

Cayetano, el relojero del establecimiento, también escuchó los estruendos y desde la planta alta bajó para observar qué pasaba. A media escalera vio a los asaltantes tumbar los cristales y se regresó a su oficina.

La gerente Lucía activó el botón de pánico conectado a la Policía, así como otro que hace explotar dispositivos de humo para evitar la visibilidad dentro de la joyería. Todo era confusión.

José Alberto vio que su vigilante se descuidó y se puso de pie para correr a pedir ayuda, sin embargo, otro asaltante le cerró el paso y le puso la pistola en el estómago: ¡Quieto, hijo de la chingada!

Todo sucedió en cinco minutos.

Los asaltantes vaciaron los aparadores de la Joyería Mallor. Más de cien piezas fueron sustraídas: anillos, relojes, plumas, collares y pulseras, todos de alto valor, incluso algunos cotizados en dólares.

Los ladrones no entraron a la joyería pues el acceso es tardado, ya que tiene dos puertas que no pueden abrirse simultáneamente, sino una primero y después la otra.

Los asaltantes dejaron ocho marros tirados por fuera de la joyería y corrieron hacia distintos puntos. Uno de ellos se cortó la mano o el brazo, pues dejó manchas de sangre en los cristales. También todos usaron guantes de látex para no dejar huellas.

Fueron dos camionetas las que utilizaron los criminales para cometer el asalto. Las dos tipo van; una de ellas gris y la otra una Chevrolet Caravan. En los dos vehículos esperaban choferes con el motor encendido.

La Chevrolet Caravan esperó sobre la calle Venezuela a tres de los asaltantes; el resto huyó por otro lado del centro comercial. El vehículo corrió a gran velocidad y dos calles más adelante, y en la Panamá, fue abandonada junto con dos marros, ropa manchada de sangre, gorras y cubre bocas.

Por lo menos once cámaras del centro comercial y de las calles aledañas registraron el movimiento de la camioneta Chevrolet Caravan y sus ocupantes; del otro grupo la Fiscalía no ha informado nada.

Ocho minutos después de cometerse el asalto a la joyería Mallor, Plaza Las Américas estaba cercada por la policía, tanto de Morelia como la Michoacán. Pero los criminales habían huido con más de dos millones en joyería.

No hubo balazos ni detenidos. El golpe se había consumado. Después se encontró la camioneta Chevrolet Caravan verde, con placas del Estado de México en la calle Panamá. Pero de los ladrones nada. Se habían salido con la suya.

CAPÍTULO 3: Detienen a tres de los presuntos asaltantes por la noche. Una chiripada de la Policía Ministerial.

NOTA: Los nombres de los empleados de la joyería se cambiaron por su seguridad y el de sus familias.

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