El flamante Señor Gobernador está empeñado en resolver la situación de crisis económica y social de Michoacán bajo la premisa de la máxima del gobierno de Porfirio Díaz: “orden y progreso”. Todo en el marco de la ley, sin importar el carácter que estas leyes y a qué intereses responden. El dizque gobernador de izquierda se ha planteado hacer de Michoacán un territorio en donde prevalezca el dicho porfiriano de “pan o palo” y así lo ha declarado en todos los medios y casi todos los días desde que comenzó su gobierno. Ante la actitud de rechazo que mediante diversas acciones ha venido desarrollando el magisterio michoacano antes durante y después de la aprobación de las leyes impulsadas por Peña Nieto en materia laboral y administrativa, en la lógica del dominio y expansión del mercado. Impulsor de dichas reformas en el Congreso de la Unión, Silvano Aureoles no ha quitado el dedo del renglón para señalar que se aplicará la mal llamada Reforma Educativa. El 15 de octubre pasado en Tuzantla, amenazó con el uso de la fuerza para detener el descontento magisterial, asegurando que de ser necesario «…vamos a tener, van a haber suficientes» policías. Al igual que Aurelio Nuño, con quien ha establecido una serie de acuerdos y estrategias para aplicar la “reforma” el 15 de octubre anterior, estableció que habrá negociación pero no marcha atrás en la aplicación de la ley, por muy impopular que esta sea para los afectados.
Apoyados en una permanente campaña de desinformación y en los partidos políticos firmantes del Pacto por México, tratan de aislar y arrinconar a los maestros, con la finalidad de acabar con el activismo que durante dos décadas por lo menos han mantenido en contra del actual orden económico y social. Saben que si logran silenciar a los maestros, durante mucho tiempo no habrá quien encabece la inconformidad ante sus injustas acciones.
En el centro de la estrategia se mantiene la idea de que es necesario acabar con las movilizaciones que tanto molestan a la ciudadanía y eso significa someter a los maestros, los estudiantes normalistas y las organizaciones que intenten manifestarse, sin atender el fondo de sus demandas y planteamientos.
De lo que se trata es de alcanzar la paz a costa de lo que sea necesario y así impulsar el desarrollo de las políticas neoliberales que han fracasado en todo el mundo. Los datos no mienten y son alarmantes: incremento de la concentración del ingreso económico en los sectores más privilegiados, grandes grupos de población padecen desnutrición, más de tres cuartas partes no tienen acceso a la seguridad social y cerca de la mitad de los trabajadores no están integrados al sistema de salud pública. El desempleo y el subempleo han crecido aceleradamente (45% de la población económicamente activa sobrevive en el sector de la economía informal en el país). Datos oficiales en México dan cuenta de 65 millones de pobres y de éstos 40 millones en pobreza extrema; el salario mínimo registra una pérdida de su poder adquisitivo acumulada del 80% en relación al valor alcanzado a finales de la década de los 70. La tasa de sindicalización sigue disminuyendo mientras aumenta la tercerización de la economía y se disminuye el papel de los sindicatos en la relación obrero patronal. Eso sin considerar que “muy pocas personas tienen sindicatos reales en el país”1. Se han privatizado los teléfonos, ferrocarriles, puertos, gas, aeropuertos, generación eléctrica, metalúrgica, petroquímica, caminos, telecomunicaciones, la industria eléctrica y petrolera, litorales, playas, bosques, etc., en una larga noche nacional y patria que parece no tener fin.
Precisamente de eso se trata la reforma educativa y lo he dicho ya cientos de veces: de despojar de sus derechos laborales a los trabajadores de la educación. El derecho a contar con un sindicato que los defienda y un tribunal que los oiga y falle con justicia y el derecho a la permanencia en el trabajo y el de contar con las prestaciones que han conquistado por ley.
Se trata también de que se intensifique la jornada de trabajo y los maestros realicen mayor trabajo por menos salarios. El fenómeno no es privativo del magisterio, ni siquiera del país, si no que corresponde a una situación de carácter mundial que ha provocado que el tiempo de trabajo correspondiente a la obtención del salario de los trabajadores disminuya en relación con el tiempo de trabajo del trabajador con que se queda el patrón o empresario. En nuestro país esta situación es vergonzante y cada día que pasa se agrava, pues en 2008, del 100% del tiempo de trabajo que realizaba un trabajador, el destinado para la obtención del salario era de 0:12 minutos, mientras el tiempo del proceso de trabajo y de vida que queda en manos de empresarios y de gobierno en México fue de 7 horas 48 minutos; para 2012 esta situación era mucho más grave ya que el tiempo de trabajo correspondiente al salario disminuyó a 0:09 minutos, mientras que el tiempo correspondiente al patrón-empresario alcanzó las 7 horas y 51 minutos en el mismo año.
El problema pues es de fondo y no solo de forma. Se trata del proyecto de vida que está en juego: el dominio del mercado como ha sido hasta hoy y desde hace más de 40 años o su antítesis, representada por la humanización de la vida y la priorización del interés social por encima del poder del capital.
Queda claro que en la cabeza del actual gobierno no está la intención de profundizar las contradicciones del capital y su modelo de desarrollo sino, por el contrario, el interés de fortalecer el actual modelo depredador y salvaje. La ausencia de una alternativa lo coloca en el camino del derrumbe y el desprecio social. Las amenazas no son declaraciones a la ligera, sino que están acompañadas por los hechos, ya que la entidad se está llenando de policías y militares que patrullan las calles y fortalecen la capacidad de respuesta del estado ante la manifestación de la inconformidad.
Está más que claro que el gobierno derechista y neoliberal/priista del perredista Silvano Aureoles, se ha colocado al lado de los gobiernos llamados por Noam Chomsky como “gobiernos canallas”, por su carácter represivo, autoritario y altamente neoliberal.
Los que ahora aplauden sus acciones, en el futuro acompañaran la indignación de los que ahora se manifiestan. Los que creen que la vida se resuelve por la vía de la generación y aplicación de leyes impopulares, en el futuro no lejano habrán de condenar a los ahora aplaudidos, so pena de condenarse junto con ellos. Los condenaran, repitiendo la historia de Fausto Vallejo y Salvador Jara, de quienes se habló bien a carretadas en su inicio y se les condenó al final de la misma manera.