OPINIÓN: SE RECRUDECE LA REPRESIÓN EN LA ENTIDAD. Por Juan Pérez Medina (CUT – Michoacán)

 

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Silvano Aureoles Conejo, Gobernador de Michoacán y “suspirante” a presidente del país, en el poco tiempo que lleva al frente del gobierno estatal, se ha situado como el más represivo en muchos años. A cuestas de su gobierno están actos que será muy difícil olvidar y que han signado desde hoy su desempeño. Si el último gobierno priista fue uno de los más violentos, el actual es pero con mucho a pesar de que han tratado de tapar el sol con un dedo, pagando el silencio, tratando de minimizar los acontecimientos o presentando datos falsos a los medios de comunicación.

Es la entidad un estado sumido en la violencia, sobre todo con las mujeres y los periodistas. Ser mujer o informador es una cuestión de alto riesgo en esta entidad a pesar de la promesa de Silvano de convertir a las ciudades michoacanas en el paraíso de la seguridad pública.

Las últimas acciones perpetradas por la policía estatal en contra de la comunidad de Arantepakua y de los estudiantes normalistas son una reiteración y ratificación de que estamos ante un gobierno autoritario y altamente fascista, que combate la inconformidad social con el uso de la violencia institucional.

En la mente de Silvano Aureoles existe la convicción de que su forma de tratar el problema es la adecuada y que lo que a las manifestaciones de inconformidad se les debe tratar con mano dura y aplicar la ley, no solo con todo rigor, sino incluso con excesos, como así ha sucedido en los casos antes mencionados.

Sus declaraciones en torno a las agresiones de que fueron objeto los estudiantes de la Normal de Tiripetío en el estado de Aguascalientes, en el sentido de que esperaba que con la golpiza que les propinaron hubieran aprendido la lección, no es más que una manifestación de una mente enferma, propia de un dictador o testaferro de la Gestapo.

Es indudable que los actos de represión suscitados en contra de las comunidades indígenas de Caltzontzin, Ostula y arantepakua y los perpetrados en contra de los maestros y estudiantes normalistas de Tiripetío y Arteaga, se desprenden de una estrategia bien establecida por parte del gobernador, generada por una convicción propia, por una forma de pensar obtusa y altamente despreciativa de los que se manifiestan en su contra.

“Estamos de acuerdo con que exijan solución a sus demandas” dicen los comunicadores, “pero no compartimos la forma en cómo lo hacen”; y la pregunta es ¿qué hacer cuando tus planteamientos rebasan el tiempo establecido normativamente e, incluso, lo convenido por las autoridades cuando se les presiona? ¿Por qué los comunicadores que tanto descalifican e insultan a los que protestan no denuncian con la misma fuerza (a modo de linchamiento) los incumplimientos del gobierno ante sus obligaciones y compromisos?

El agua llega al río cuando el gobierno ni ve, ni oye. Luego los mismos afectados acaban siendo verdugos y víctimas del gobierno: verdugos artificiosos y víctimas reales. El que el Secretario de Seguridad Pública haya ordenado la suspensión de los responsables de los hechos de sangre ocurridos en las instalaciones de la Normal de Tiripetío, es una medida que busca justificar a un gobierno que a ojos visto viene actuando con el garrote en la mano.

Lo anterior no es más que la búsqueda de una salida a la evidente e ilegal acción de sus esbirros, quienes con premeditación, alevosía y ventaja accionaron sus armas en contra de los jóvenes a quienes en otros momentos y por las mismas causas han golpeado y vejado, incluyendo a las jóvenes de las normales de Arteaga y Morelia.

La actitud represiva es una constante en aumento en el país y, por consiguiente en el estado. El sistema se está precipitando hacia la limitación de las libertades democráticas y se prepara judicialmente y militarmente para actuar en contra del incremento de la inconformidad social. Lo anterior permite a los cuerpos represivos del estado actuar con la venia del estado sin miramientos, solapados por la actitud beligerante y excluyente de sus jefes, que a la vez son nuestros gobernantes.

No es nada fortuito que en Michoacán se estén dando estos acontecimientos de la mano de un gobierno que presume de ser de izquierda (cuestión por demás absurda), pues está sobradamente comprobado que gobiernos que se dicen progresistas y socialistas han actuado con el vil garrote cuando de imponer el orden y la ley antipopular se trata.

Y si no, habría que ver el PESOE español o al Partido Socialista de Michelle Bachelet en Chile. Silvano Aureoles es de esa casta. Un oportunista que aprovechó su circunstancia para encaramarse en el poder político a costa del sistema de partidos actual y de la inconformidad social expresada en el FDN en 1988.

Desde entonces viene levantando en la mano derecha la bandera del cambio y actuando a favor de la perpetuidad del poder político y económico. Sabe, además, que sus posibilidades de continuar vigente en las actuales circunstancias políticas dependen de estar muy bien a los ojos de los dueños del dinero que es a quienes realmente sirve. Imponer su mano dura es congratularse con quienes desde el poder económico lo vienen exigiendo. En su lógica de poder, considera que de continuar imponiendo su mano dura en contra de los enemigos de aquellos, le traerá grandes beneficios personales; es más: hasta podría ser candidato a presidente de México.

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