OPINIÓN. JOVEN, MARGINAL Y ADICTO: ALTA VULNERABILIDAD SOCIAL. Por J. Luis Seefoó Luján

 La violencia en México afecta en alta proporción a adolescentes y jóvenes y es un problema social de tal magnitud y complejidad que llama la atención de las más diversas instituciones y personas del mundo y de Zamora, desde el Banco  Mundial (BM) hasta el Centro de Integración Juvenil de esta localidad; desde el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) hasta el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). También en la oficina de Martín Samaguey, alcalde zamorano que concluye su gobierno en unos días, se abordan estos asuntos todos los días de la semana. 

Es interesante notar que agencias financieras  internacionales, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Banco Interamericano para el Desarrollo cuyas directrices han influido en los  recortes del gasto social (con efectos negativos para la niñez y los jóvenes) opinen en torno a la violencia y sus causas estructurales. 

Un reporte del Banco  Mundial,  elaborado a pocos años de inaugurada la guerra contra el narcotráfico, distinguía rasgos sobre salientes de la violencia: se ha incrementado fuertemente en México desde 2008. La tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes ha aumentado de 8.4 en 2007 a 23.8 en 2010 (Banco Mundial, 2012).  

Otros indicadores del mismo estudio muestran que la juventud aporta una elevada cuota funeral: constituyeron el 38.2% de las víctimas de homicidios en México de 2000 a 2010 y la tasa de homicidio juvenil pasó de 7.8, en 2007, a 25.5 en 2010 (ibid). 

Las indagaciones pasadas y recientes coinciden en que los grupos de riesgo  se ubican en las primeras etapas productivas y reproductivas. El trabajo citado destaca que “de 2000 a 2010, los jóvenes de 20-24, de 25-29 y de 30-34 años han sido los principales grupos etarios afectados en términos absolutos. Dentro de población juvenil, la tasa de homicidio se incrementó fuertemente para casi todos los  grupos etarios a partir del año 2008, con la excepción de grupo de 10-14 años, que se mantuvo constante (ibid,26). 

El detallado reporte identifica que la mitad de los delitos son cometidos por jóvenes y que, a diferencia de los años previos a la “guerra contra el narco”, en 2010 el homicidio de jóvenes de 10 a 29 años se  concentró en el norte del país. Ese año, 2010, 56.7% de los homicidios de jóvenes ocurrió en cinco entidades: Chihuahua, Sinaloa, el Estado de México, Baja California y Guerrero.    

Con base en otras investigaciones, el Banco Mundial afirma  que una de las principales causas del aumento de la violencia ha sido la actuación y disputas entre organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico a quienes atribuye el 31.9% de los homicidios intencionales en 2006 y el 63.4% en 2010 (ibid). 

Autores e instituciones de distintas posiciones políticas -no necesariamente de oposición partidaria- coinciden en identificar la llamada “guerra contra el narcotráfico” como el parteaguas de la violencia. No es que no existiera en años previos, sino que la acción gubernamental la aceleró más.  

Un estudio publicado bajo el logo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el Centro de Investigaciones y Enseñanza Superior en Antropología Social (CNDH-CIESAS, 2017) retoma la idea de epidemia dado que la tasas muertes por homicidio se triplicó entre 2007 y 2011 y México se reubicó de una tasa de 20 en 2005 a una de 35 decesos por cada cien mil habitantes en 2010.  

El escrito sostiene que aproximadamente, la mitad de los homicidios ocurridos en el periodo 2008-2015 tuvieron lugar en el contexto de la llamada “guerra” en contra del narcotráfico, ya sea por la acción de las autoridades en contra de supuestos grupos delictivos o por enfrentamientos entre presuntos integrantes de éstos mismos (CNDH-CIESAS, 2017:35). 

Los adolescentes -ubicados en el citado estudio- entre los 15 y 19 años, aportaron una importante suma de víctimas a partir de esa fase. En promedio, en tres periodos 2001-2006, 2007-2012 y 2013-2015, murieron violentamente 871, 1743 y 1407 adolescentes (CNDH-CIESAS, 2017:36). Entonces como ahora es una violencia masculina con creciente participación de las mujeres: del total de adolescentes asesinados entre 2004 y 2013, el 84% eran hombres y el 16%, mujeres. 

Parece sólido vincular el incremento de los homicidios con la guerra de Felipe Calderón.  Urteaga y Moreno en “Jóvenes mexicanos: violencias estructurales y criminalización” (2020) escriben que los homicidios permanecieron debajo de los diez mil durante 2007 y fuera de este año pasaron de los veinte mil (2020:52). Urteaga y Moreno sostienen que: “Los jóvenes fueron los protagonistas de una guerra sangrienta de 2006 a 2018, que tuvo como objetivo expreso el combate al narcotráfico. Fueron víctimas y victimarios, y ocuparon diversos lugares tanto en los negocios criminales como en las fuerzas armadas y policiales” (ibid). 

Mas no son todos los jóvenes, sino los colocados en la escala más baja de la sociedad:  “… las juventudes más estigmatizadas, discriminadas y asesinadas son aquellas en situación de precariedad. Un sujeto en situación de pobreza tiene una vida definida por la privación continua o crónica de recursos (…) una persona en situación de pobreza extrema entrará en un círculo vicioso de privaciones de recursos y del libre ejercicio de sus derechos; la persona es sometida a una situación que se torna condición” (Urteaga y Moreno, 2020: 50).  

Quizá no es aventurado suponer que una alta proporción de jóvenes que pierde la vida con una bala en la cabeza son muchachos socialmente marginados. Quienes compran y/o venden en la calle e inhalan en parques y jardines, están más expuestos que aquellos que disfrutan de cannabis y/o cristal en la comodidad de su hogar o en un centro vacacional. Los homicidios vinculados al narco tráfico tienen la marca de la vulnerabilidad social. 

Zamora, Michoacán, agosto 30 de 2021  

jlseefoo@hotmail.com 

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