A muchos ha sorprendido la frase ácida y muy dura del presidente de que las energías limpias son un sofisma.
La frase fue lanzada en medio de una de sus acostumbradas catilinarias contra quienes juzga sus enemigos: neoliberales y conservadores. Fue en Coahuila en el marco de su visita de supervisión de la panta generadora «José López Portillo».
Sorprende, porque hasta ahora se tenía la percepción de que más allá de los enredos ambientalistas en los que se ha metido y de los cuales ha salido mal parado, sobrevivía en él el principio de la defensa del medio ambiente.
Pero no es así, el presidente en materia energética está comprometido, al igual que el mandatario estadounidense D. Trump, con una agenda que privilegia las energías fósiles, carbón, petróleo y los proyectos destructores de la naturaleza.
«Lo que se necesita es comprar más carbón para apoyar a los productores», sentenció el presidente. Tal vez pensó en la solicitud que el senador morenista Armando Guadiana Tijerina le hiciera en julio pasado y a quien se le concediera, junto con otros mineros, proveer a la CFE 2 millones de toneladas de carbón, para empezar.
La ruta que sigue nuestro presidente es la misma que impuso su homólogo estadounidense. A mediados del 2019 Trump modificó la legislación correspondiente para dar marcha atrás en el propósito de disminuir la huella de carbono en el uso de energías.
Y lo mismo argumentó: que al hacerlo garantizaba el apoyo a los trabajadores y propietarios de minas de carbón, y que el cambio climático era una trampa de los chinos, o sea, un sofisma.
La reducción de la huella de carbono, objetivo en el que han coincido la mayor parte de las naciones del mundo y de manera principal las grandes potencias económicas que son más contaminantes, no es un asunto que merezca el calificativo de sofisma.
Hay suficientes estudios científicos que prueban los efectos de la huella de carbono en la formación de los gases de efecto invernadero y en el calentamiento global que está determinando el cambio climático.
También sus efectos han sido documentados con mediciones desde diversas perspectivas científicas, pero que además están a la vista de cualquiera que quiera escudriñar el estado actual del planeta.
México es una de las naciones que suscribió los Acuerdos de Paris en diciembre de 2015 al lado de 195 países más. Uno de los compromisos cardinales signados en tales Acuerdos es el de limitar el calentamiento global en 2 grados centígrados con respecto a la era preindustrial, es decir, antes de que se usará de manera intensiva el carbón como fuente de energía.
Se debe entender entonces que de facto el gobierno de la república ha decidido, al igual que el estadounidense, romper con los Acuerdos de Paris para privilegiar el uso de carbón y seguir incrementando la huella contaminante.
Aquél lo hace justificándose en el invento de que el cambio climático es una patraña de los chinos, el otro en que son un sofisma las energías verdes, que han sido la vía para privatizar la producción de energía eléctrica.
Ambos obsesionados en un nacionalismo aislacionista, creen que los países pueden existir encapsulados y que el cambio climático es un asunto de los otros, que sus consecuencias no nos afectarán porque, tal vez como lo dice Trump, «en América tenemos el aire más limpio del mundo y ha mejorado desde que soy presidente”.
Tal vez algo semejante opine nuestro presidente y es que sus arranques y discursos son bastante parecidos. ¿De dónde entonces la descalificadora frase de que las energías limpias son un sofisma?
Es lamentable -sin embargo debe asumirse así- no hay en el presidente una convicción ambientalista que lo impulse a trazar políticas públicas comprometidas con la naturaleza, la sustentabilidad y el derecho de todos a un medio ambiente sano, como lo establece el artículo cuarto de nuestra Constitución.
El trato que le ha dado a las instituciones relacionadas con el medio ambiente y en particular a la Semarnat o la ríspida relación con su anterior titular el Dr. Víctor Toledo, forman un conjunto que se sintetiza simbólicamente en la frase «las energías limpias son un sofisma».
Ahí es donde se encuentra la convicción ambiental del presidente. ¿Qué más se puede decir?