POR ANDRÉS RESILLAS//
Giovani apareció muerto con tres tiros en la cabeza a un lado de la brecha que conduce a la Joya del Tigre en uno de los municipios cercanos a Morelia. Lo levantaron tres hombres y abordo de un taxi lo llevaron al lugar de su asesinato.
Su pecado: se salió del grupo criminal que le proporcionaba la metanfetamina en la ciudad en que vive para pasarse al del municipio contiguo.
El problema fue que seguía vendiendo la droga en su ciudad natal. Seguramente se confió de que la venta la haría con sus conocidos y amigos, pero no contó que en esos círculos la traición y las filtraciones son pan de todos los días.
A Giovani varios de sus amigos le debían ya algunas dosis de droga sintética y otros al crecer la deuda dejaron de recibirla. La traición llegaría tarde que temprano.
Tres de sus antiguos compañeros de venta se percataron que Giovani continuaba vendiendo en el pueblo el kristal. Preguntaron a sus jefes si le abastecían de la merca; la respuesta fue negativa y al mismo tiempo les indicaron que lo mataran.
Alberto, Alfredo y Enrique nunca habían matado. Recibieron la orden tajante: Giovani era un traidor y no podía seguir vendiendo el producto en la misma comunidad.
Los tres en grupo estuvieron cazando a Giovani. No fue difícil. El pueblo es pequeño y los movimientos se saben muy fácil, más cuando los drogadictos cambian una vida por un par de dosis de kristal.
A las doce de la noche del pasado 25 de abril del presente año Giovani fue interceptado a pie por Alberto, Alfredo y Enrique en una de las calles del pueblo.
No le dijeron que lo iban a matar, por el contrario, lo engañaron y lo invitaron a tomarse unas cervezas, pues la venta de drogas les estaba dejando mucho dinero.
Giovani se confió. Eran sus conocidos, pero no sabía de las verdaderas intenciones.
Se perfilaron caminando a una de las cantinas del centro del pueblo. Pero al llegar a la calle principal, Alberto sacó de su cintura su pistola y lo encañonó por la espalda.
Al mismo tiempo Alfredo buscó un taxi para subir a Giovani y sacarlo del pueblo.
Fue así como el taxi que conducía David, un joven de 25 años, fue parado por los narcomenudistas.
Los cuatro subieron al auto de alquiler. Se sentaron y comenzaron a golpear a cachazos a Giovani.
El taxista se alarmó, pero Alfredo se encargó de poner su pistola en su cabeza para que siguiera conduciendo. El destino: la Joya del Tigre. Pero nunca llegaron a ese lugar. Cuando arribaron al municipio vecino, los narcos le dijeron a David que tomara una brecha.
Avanzaron medio kilómetro y pararon en despoblado. Giovani fue bajado a golpes. Ya traía las manos atadas con cinta canela. Lo aventaron a un lado del camino y sin mediar palabra los tres delincuentes le propinaron varios balazos en la cabeza.
El cuerpo de Giovani fue encontrado por campesinos cuando amaneció. Llegó la Policía Municipal y luego los ministeriales. Ahí encontraron casquillos calibres nueve milímetros, .45 y .38.
La noticia de la ejecución de Giovani corrió veloz en los dos municipios. Sus familiares lo identificaron de inmediato por la ropa y luego en el Semefo de Morelia informaron de su nombre y apellidos.
Alberto, Alfredo y Enrique siguieron vendiendo droga como si nada hubiese ocurrido. Eso sí, amenazaron de muerte al taxista David de que si los denunciaba correría la misma suerte que Giovani.
Lo que no sabían era que en esa noche una cámara del C5 había grabado en video el momento en que pararon el taxi y lo abordaron en la calle principal del pueblo.
La policía ministerial duró varias semanas investigando el crimen. Preguntó en los círculos en que se movía Giovani y estableció varias líneas de investigación sobre las causas del asesinato.
El taxi de David fue ubicado. Lo detuvieron y lo obligaron a declarar ante el Ministerio Público. David dijo desconocer a los hombres, pero al verse comprometido tuvo que cooperar para la elaboración de retratos hablados.
Fue así como la policía conoció los perfiles de Alfredo, Alberto y Enrique. Sólo faltaba ubicarlos. Amigos de Giovani les dijeron a la policía de quienes se trataban y a que se dedicaban, así como los lugares que frecuentaban.
A dos meses del homicidio, los tres fueron detenidos por la policía. Los atraparon tomando cervezas en un antro del pueblo. Al catearlos, les encontraron tres pistolas calibres, nueve milímetros, .45 y .38.
La Fiscalía realizó los peritajes balísticos entre los casquillos encontrados en la escena del crimen y los comparó con las armas decomisadas: los resultados fueron positivos.
Los presentaron ante el juez de control para solicitar se les vinculara a proceso bajo la acusación de homicidio en la persona de Giovani y para ello presentó las evidencias acumuladas: el peritaje comparativo de armas y casquillos; los retratos hablados y el testimonio de David, el taxista.
En la audiencia, Alberto, Alfredo y Enrique tenían cara de espanto. Pidieron al juez, a través de su defensor, que no se mencionaran sus nombres completos, lo que no procedió.
Cuando se les vinculó a proceso, solicitaron que se les brindará protección especial en el Cereso Mil Cumbres “David Franco Rodríguez” ya que temían por su vida. Es decir, esperan que el cartel para el cual servía Giovani tome venganza.
El reportero salió de la audiencia oral pensando: “El que a hierro mata, a hierro muere”.
Cosas del narcomenudeo.