“Avergüénzate de morir si no has ganado alguna victoria para la humanidad”… Horace Mann. (1796 – 1859). Educador estadounidense.
En la penumbra de la noche donde la fe y el misticismo suelen tomar forma y el perfume del cempasúchil juguetea con la suave flama de las velas, los muertos regresan a degustar de los alimentos y bebidas que en vida les arrebataban sonrisas.
Es una noche donde la esperanza de vivir después de muertos parece encontrar razones; una noche donde la tradición abre una posibilidad para que el dolor sea menos cuando un ser querido se nos adelanta en el viaje sin retorno, después de todo, algo más allá de nuestro cuerpo seguirá viviendo…
Es la madrugada de los Fieles Difuntos quienes posiblemente nos esperan en otra dimensión. Es la tradición de comunidades indígenas como Janitzio, Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Santa Fe de la Laguna, Ihuatzio, Erongarícuaro o Tzurumútaro, donde el ritual permanece vivo desde la época prehispánica y que sobrevivió, incluso, a la conquista y evangelización de los españoles.
Es la noche de muertos, ese espacio en el tiempo donde converge lo mundano con la fe, lo vano con la esperanza en una vida eterna, el atractivo turístico con la ignorancia y la falta de respeto y el misticismo con la religión…
Pero, ¿qué es la muerte?
Cesación completa de la vida, dice el diccionario.
Sin embargo, la muerte ha cobrado a través de la historia connotaciones distintas según la cultura y la época.
El hombre ha buscado saber qué es la muerte y cómo encontrarle un lugar en la vida, darle un significado, tanto para el que muere como para el que estuvo en vida a su lado, ya que hasta el momento, el sentimiento de dolor por el adiós definitivo de una persona amada, es la única realidad tangible que tenemos sobre ella.
Así, encontramos definiciones que dejaron filósofos fatalistas como la del alemán Martin Heidegger, quien argumentaba que la muerte es algo inevitable y que forma parte de la estructura humana a tal punto que puede definirse al hombre como: “ser para la muerte”.
Jean-Paul Sartre, decía que la muerte no forma parte de la existencia humana sino que irrumpe con ella anulando el proyecto de libertad… la definió como: “la aniquilación siempre posible de mis posibilidades”.
Albert Camus también fue categórico: “todo hombre por el hecho de que muere es un extranjero en este mundo donde no existe el mañana ni el porvenir; la muerte, en cualquier momento, destruye todas nuestras ilusiones”.
Ahora bien, si consideramos a la muerte como un absurdo, ¿qué sería de nosotros si fuésemos eternos y todos los errores que cometemos pudieran enmendarse una y otra vez?
Entonces la vida se convertiría en un juego, sin seriedad, sin responsabilidad; sería la vida más absurda que la misma muerte.
Es por eso que a lo largo de la historia diversas culturas han tratado de encontrarle algún sentido. Con ella, han llorado, le rinden culto e incluso, hay quienes festejan con su llegada por considerar que es solamente un trance y que el ser humano no muere en su totalidad porque más allá de cuerpo, también es espíritu, alma, inteligencia, libertad, amor.
Pero éstas, son sólo posturas ante una realidad definitiva, ante un acontecimiento inevitable y que por ello, es el momento técnicamente más democrático y justo que tiene la vida. Para la muerte no hay ricos ni pobres; con ella se acaban los roles y las funciones sociales, todos seremos iguales: un cuerpo, logros, ideales… muertos.
Es el momento del que no tenemos conocimiento pleno y cuando lo tengamos, no será posible comunicarlo.
Así que enfrentemos a la muerte positivamente, pensar en ella debe hacernos reaccionar y darle valor a la vida, a oponernos a lo mundano, a lo que no satisface el alma, y por el contrario, debe servirnos para dar vida, crear, sembrar esperanza, esfuerzo y libertad.
Y más vale no olvidar que lo verdaderamente triste de morir, es morir sin haber dejado nada con lo que puedan recordarnos, es morir sin haber dejado huella, morir así, es el mayor fracaso y contrasentido que tiene la vida humana.
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias. cmongem@hotmail.com